EAR psicólogos

5 de diciembre de 2011

El miedo a ganar: Copa Davis 2011

En primer lugar, aprovechar la ocasión para felicitar al equipo español de tenis, especialmente, a Rafa Nadal. Creo que ya no hay más adjetivos para definirle.

En 2º lugar, y aprovechando el partido de Rafa contra Del Potro, me gustaría comentar un aspecto psicológico que tiene mucha importancia en el rendimiento deportivo: el miedo a ganar.

Tradicionalmente se ha hablado mucho de la influencia negativa que tiene el miedo a perder en los deportistas, esto les hace bloquearse, jugar tensos y, por tanto, rendir peor y perder la competición o partido. Pero igualmente negativo es el miedo a ganar.

En ambos casos, el deportista está sufriendo la misma emoción: el miedo.

Antiguamente, esta emoción tenía un gran componente adaptativo. Si de repente nos encontrábamos con un león en medio del campo, las consecuencias para nuestra supervivencia podían ser nefastas; por lo que nuestro organismo se ponía alerta, produciendo una serie de cambios fisiológicos (aumento de adrenalina en sangre, mayor circulación sanguínea en extremidades inferiores, aumento de la tensión muscular…) que nos permitían dar 2 respuestas: huída o paralización. Estas actuaciones podían salvarnos de un posible ataque del león.

En la actualidad, los peligros a los que nos enfrentamos habitualmente, no suponen una amenaza para nuestra vida, por lo que el valor adaptativo del miedo ha perdido fuerza frente al valor motivacional. El miedo puede ser una gran fuente de energía para empujarnos a hacer algo.

¿Por qué? Pues porque el miedo es una emoción que nos genera activación fisiológica (i.e., aumento de adrenalina en sangre), nos pone en alerta y nos prepara para la acción (huída o paralización). Por tanto, nos motiva hacia un fin.

Esto, que como ya hemos visto, en determinadas situaciones es adaptativo; en otras, no lo es tanto, por dos razones:

  1. Si durante un partido de tenis, donde la concentración es fundamental, siento miedo. Mi cuerpo, que ya estaba activado (i.e., por estar realizando actividad física), se activa aún más. Pasando de una situación ventajosa (estar alerta y reaccionar rápidamente) a una desventajosa (estar hiperreactivo, bloqueando la capacidad de respuesta) (para más detalle, véase artículo de ansiedad deportiva).
  2. Cuando siento miedo (ya sea a ganar o a perder), estoy dirigiendo el foco atencional a las consecuencias de la actuación. Es decir, al futuro. En el deporte, al igual que en el resto de actividades, es fundamental pensar en el presente, en lo que se está haciendo en cada momento. Si al estar jugando un punto, estoy pensando que puede suponer la victoria o derrota del partido, no estoy prestando atención a mi actuación (estrategia para el resto o saque), por lo que la posibilidad de error es bastante alta.

De forma similar, la excesiva motivación por ganar puede ser negativa. Cuando está cerca la victoria, el ansia por conseguirla, genera un exceso de activación, precipitándonos y focalizando nuestra atención hacia el futuro y, por tanto, disminuyendo nuestro rendimiento. Por tanto, es necesario que los jugadores centren su atención en el presente, se olviden de las consecuencias futuras, e ir paso a paso, punto a punto, juego a juego, set a set.



Pero, ¿cómo conseguir bajar la activación y centrarnos en el presente?.
  1. Respiración profunda. Es una técnica muy sencilla y eficaz de relajación. Favorece una buena oxigenación y permite bajar el número de pulsaciones. Suele usarse antes de un saque, en los descansos entre juegos, etc.
  2. No obsesionarse. Es normal que se piense en las consecuencias, por lo que no pasa nada si viene algún pensamiento relacionado con ello. De hecho, si ocurre dejarlo pasar, evitar decir o pensar: NO puedo pensar en las consecuencias, NO puedo pensar en las consecuencias. ¿Por qué? Porque estamos haciendo lo contrario a lo que queremos. “No penséis en un oso blanco, no penséis en un oso blanco…”. Si esto lo decimos muchas veces, al final el oso blanco aparece en nuestra mente. Básicamente le estamos llamando. Por lo que, si queremos evitar pensar en algo, pensemos en otra cosa. Por ejemplo, hacer como si cambiáramos de canal en la tv y empezar a pensar en el siguiente golpe a dar.
  3. Autoinstrucciones: Es decir hablarnos a nosotros mismos, como si estuviéramos radiando el partido: ahora voy a colocarme para sacar, miro posición de los pies, raqueta, boto la pelota…. De esta forma, nuestra habla interna nos está guiando en lo que es relevante en ese momento: cómo hacer el saque. Evitando pensar en otras cosas que, en ese momento, no son relevantes.
  4. Uso de rutinas: Esta estrategia está relacionada con la anterior y es muy usada en tenis. Consiste en desgranar determinados gestos técnicos (ej: saque) en pasos sucesivos. Por ejemplo, posición de pies, posición cuerpo, agarre raqueta, botes de la pelota, etc. De esta forma, cuando se quiere recuperar la concentración es positivo realizar esas rutinas, ya que va centrando la atención en cada uno de los pasos de ejecución del gesto y, por tanto, evita pensar en las consecuencias.