EAR psicólogos

25 de octubre de 2012

La actitud en pista: expresando emociones.

En artículos anteriores, comentábamos la influencia de las emociones en los procesos cognitivos de los deportistas, es decir, cómo afecta a lo que piensan, recuerdan, deciden, etc.
En este nuevo artículo, nos centraremos en la influencia de las emociones en la conducta de los deportistas o, dicho de otro modo, en la forma de comportarse. Y es que, en función de nuestro estado emocional nuestra conducta varía. De hecho, si somos un poco observadores podremos darnos cuenta de si un determinado deportista está nervioso, triste, contento, etc.
Pero, ¿en qué aspectos tenemos que fijarnos?.
Principalmente en la cara ya que es la zona más expresiva del cuerpo, en los gestos, la postura, los movimientos, la paralingística (tono, volumen, rapidez…) y en las acciones realizadas. Todos estos aspectos varían en función de las emociones sentidas. A continuación, exponemos las principales:
  • Tristeza (emoción negativa y de baja activación): el deportista triste tiende a interactuar muy poco con el entorno/ exterior. Su foco atencional está dirigido hacia si mismo (e.g., sensaciones corporales, pensamientos, etc.). Los ojos están entrecerrados, la mirada perdida; la cabeza agachada, deja caer brazos y piernas, como si no tuviera tono muscular. Además, suele hablar poco o nada, se muestra distraído y sus movimientos son lentos, como si le costara realizarlos. En resumen, muestra una actitud pasiva. Por ejemplo, un equipo de fútbol sala, que pierde un partido por 3 goles al descanso, puede sentirse mal y por tanto, no defienden, no van a por el balón, no corren en ataque, es decir, no luchan.
  • Miedo (emoción negativa y de activación medio-alta): el deportista que tiene miedo se muestra nervioso, comportándose erráticamente. El miedo le hace estar en un estado de alerta tan alto que reacciona ante cualquier señal, sea ésta relevante o no. Para ello, abre mucho los ojos, las pupilas se dilatan, mueve continuamente la cabeza de lado a lado para atender a todos los posibles estímulos. Su cuerpo está en continuo movimiento (eg., golpecitos con un pie, movimiento de manos, etc.). Además, tiende a hablar mucho o más rápido de lo habitual; sus movimientos son poco fluidos y descoordinados debido a la tensión muscular y a la incertidumbre o miedo a hacerlo mal.  En otras palabras, muestra una actitud inquieta en el campo. Por ejemplo, un equipo de baloncesto, que pierde por pocos puntos en los 2 últimos minutos, puede mostrar nerviosismo, y por tanto, realizar ataques precipitados, hacer muchas faltas en defensa por el ansía de querer el balón, protestar las decisiones arbitrales. En resumen, están excesivamente activados por lo que reaccionan ante cualquier estímulo, sin determinar previamente si es relevante o no para conseguir su objetivo.
  • Enfado, irritación (emoción negativa y de alta activación): el deportista enfadado tiende a interactuar bruscamente con el entorno ya que de esa manera, espera calmar su malestar. De hecho, grita, hace aspavientos, gestos bruscos y en algunos casos, puede llegar a agredir. Su cuerpo se “prepara para luchar” por lo que los ojos se abren, los músculos se tensionan, los movimientos son rápidos pero poco precisos, tiende a la impulsividad, a actuar sin previa planificación. el deportista enfadado suele mostrar una actitud desafiante, incluso agresiva. Por ejemplo, un jugador de tenis que se enfada porque acaba de cometer un fallo importante rompe la raqueta contra el suelo y/o protesta al juez de silla  de forma airada.
  • Alegría (emoción positiva y de medio-alta activación): el deportista alegre suele estar atento al exterior, reacciona adecuadamente a las señales pertinentes. Su expresión facial es relajada, sus gestos son comedidos y los movimientos son fluidos. Es decir, el deportista muestra una actitud prosocial, colaborativa. Intenta ayudar a los suyos para conseguir los objetivos comunes y apenas se fija en los árbitros. Por ejemplo, un jugador de fútbol que ante una jugada polémica, trata de calmar la situación y de resolverla de forma pacífica o ante un fallo, sigue luchando y esforzándose.
¿Por qué es importante fijarse en esos aspectos?

Porque nos proporciona información de otros y actuar en consecuencia. La información puede ser:
  • Del rival: Las conductas del rival nos pueden dar información sobre su estado de ánimo y usarlo para sacar ventaja, especialmente cuando siente emociones negativas (i.e., enfado, tristeza, miedo). Por ejemplo, cuando un tenista ve que su rival está nervioso tiende a acelerar el ritmo de partido para que siga en ese estado; cuando un jugador de baloncesto está enfadado y el rival le busca para que cometa faltas personales; cuando un equipo de fútbol se muestra pasivo, su rival puede atacar de forma más incisiva, etc. Por el contrario, cuando el rival, ante nuestros envites, no muestra debilidad, no se resiente, quienes se ven afectados negativamente, somos nosotros.
  • Del equipo/ jugadores: Las conductas de nuestros compañeros, jugadores… nos dan información de su estado emocional. Dado que éste influye en el rendimiento es importante estar atento y actuar para que dicha influencia sea positiva. Por ejemplo, cuando un entrenador ve que uno de sus jugadores está distraído durante el entrenamiento, poco hablador y participativo, puede ir a preguntarle que le pasa para reconfortarle; cuando un jugador hace aspavientos y grita ante un error, su compañero puede ir a darle ánimos para que el enfado se disipe.

No obstante, para actuar en consecuencia es importante primero ser capaz de percibir las emociones de los otros. En ese sentido, cabe señalar que la habilidad de percibir las emociones de otros puede aprenderse.

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