Continuamente se habla de la importancia
de las emociones en el trabajo, en las relaciones sociales, en la vida familiar,
a la hora de consumir, etc. Igualmente en el deporte, las emociones juegan un
papel muy relevante, ya que pueden mejorar o perjudicar el rendimiento del
deportista.
Tradicionalmente, todo lo
relacionado con lo afectivo se ha dejado de lado ya que se consideraba que era
un rasgo de debilidad y que entorpecía la ejecución. Recientemente, la investigación
realizada sobre afecto y emociones ha puesto de manifiesto que no sólo no hay que
apartarlo sino que además es conveniente gestionarlo y manejarlo para conseguir
sus beneficios. De hecho, se ha encontrado que el afecto influye en distintos
procesos cognitivos como son la atención, la memoria, la toma de decisiones así
como en el procesamiento de la información. Así, las emociones negativas
favorecen un procesamiento más sistemático y detallado, que requiere mayor
esfuerzo cognitivo. Por el contrario, las emociones positivas tienden a
promover un modo de procesamiento más esquemático, superficial y rápido, basado
en la utilización de “heurísticos”.
No obstante, los efectos de la
emoción sobre los procesos cognitivos son complejos y dependen de múltiples
factores, relacionados tanto con la intensidad y la naturaleza de la emoción
como con las características de la tarea.
Pero, ¿cómo influyen las
emociones en el deportista?.