EAR psicólogos

8 de abril de 2014

La presión del deportista


Uno de los aspectos que más influye negativamente en el rendimiento de un deportista es la presión. Ésta puede ser ejercida por los medios de comunicación (especialmente en aquellos deportes mediáticos), por la afición, por el equipo técnico/club, por los familiares o por el propio deportista.

 Pero, ¿en qué consiste esa presión?.

Para explicarlo, pongamos por ejemplo, lo que ocurre en el deporte profesional, concretamente en el fútbol, cuando se producen fichajes multimillonarios como el de Bale por el Real Madrid o el de Neymar por el Barça. En estos casos, los medios de comunicación se hacen eco de la noticia, mucho antes incluso de que ocurra. Cuando los jugadores ya pertenecen a la disciplina de su nuevo equipo, puede que se lleve hablando de lo que han costado dos o tres meses. En los primeros partidos, se empieza a evaluar si el juego desarrollado es acorde al precio que han costado. Lógicamente cualquier jugador necesita un período de adaptación, ya no sólo al equipo, sino al país, la ciudad, las costumbres, etc. Pero en ellos parece que la adaptación tiene que ser inmediata, se les exige que rindan al 100% desde el minuto uno (i.e., son profesionales), y si no lo hacen, comienzan las críticas. En este contexto, el jugador, deseoso de hacerlo bien, de mostrar su valía, empieza a sentirse presionado y su rendimiento, en vez de mejorar, empeora.

Pero, éste no es el único caso donde un deportista se puede sentir presionado. Pongamos otro ejemplo, este más característico del deporte base. Niño o niña que comienza a practicar un deporte como el baloncesto en su colegio y, si bien, sus padres explicitan que el objetivo de que haga deporte es que se lo pase bien, conozca gente, etc. empiezan a quejarse del entrenador/a que no lo hace todo lo bien que debiera, que su hijo/a tendría que jugar más, empiezan a dar instrucciones durante el partido, recriminan a su hijo/a de algún error cometido, dan importancia al resultado de los partidos, comienzan a acudir a los entrenamientos para ver cómo entrena su hijo/a, etc. Es decir, empiezan a centrarse en los resultados, en las clasificaciones y dejan de lado la diversión y el disfrute. En estos casos, los niños/as empiezan a mostrarse desmotivados, no quieren ir a entrenar, e incluso pueden terminar abandonando la práctica deportiva.

En ambas situaciones, la presión que siente el deportista es ejercida por otras personas (medios de comunicación, afición, familiares), es decir, la presión es externa. Sin embargo, en ocasiones, es el propio deportista el que se presiona a sí mismo.

Lo que ocurre, en los tres casos, es que el rendimiento esperado no es acorde con el rendimiento real del deportista. Se produce un desequilibrio entre las expectativas y el rendimiento percibido, siendo éstas más altas.

Pero ¿qué son las expectativas?.