En
el mes de vacaciones por antonomasia y con la vista puesta en el horizonte del
nuevo curso, parece adecuado hablar de los beneficios que supone la realización
de ejercicio físico y deporte como parte integrante de nuestra rutina diaria. En
nuestro caso, nos centraremos en algunos de los beneficios psicológicos,
concretamente, en el presente artículo, trataremos las mejoras que se producen
a nivel cognitivo.
Cada
vez son más las investigaciones que muestran la relevancia del ejercicio
cardiovascular en el mantenimiento o incluso mejora de algunos aspectos de
nuestra cognición (Angevaren, Aufdemkampe, Verhaar, Aleman y Vanhees, 2008; Hillman, Erikson y
Kramer, 2008; Smith, Blumenthal, Hoffman, Cooper, Strauman, Welsh-Bohmer,
Browndyke y Sherwood, 2010). De hecho, se ha encontrado que tiene efectos
positivos en el rendimiento de tareas cognitivas que requieren un control
consciente, implicando la activación de las áreas frontales del cerebro
(Colcombe y Kramer, 2003). Este hallazgo es muy importante ya que es en esa
zona, concretamente, en el área prefrontal donde se encuentran localizadas las
funciones ejecutivas, que representan el nivel supraordinado del funcionamiento
cognitivo.
Pero,
¿qué son las funciones ejecutivas?