Siguiendo con la línea ya señalada en el artículo de agosto de 2014, la
actividad física y deportiva no sólo presenta beneficios para los aspectos
cognitivos, sino que también puede ser un gran regulador de nuestro estado de
ánimo.
En este sentido, son muchas las investigaciones realizadas al respecto,
en las que se pone de manifiesto que la actividad física y deportiva mejora la
autoestima, la percepción corporal, la disminución de emociones negativas como
el estrés, la ansiedad, la depresión y el cansancio (De Miguel, Schweiger-Gallo,
Mozas-Majano y Hernández-López, 2011; Reynaga-Estrada, Arévalo, Verdesoto,
Jiménez, Preciado y Morales, 2016; Reynaga- Estrada, 2011). Algunos de estos
beneficios también se han encontrado en poblaciones específicas como son las
personas mayores de 65 años o mujeres con cáncer de mama. Con respecto a los
primeros, se ha encontrado una relación positiva entre autoestima y actividad
física (Silva y Mayán, 2016) y, estos efectos no solo se producen por
modificaciones fisiológicas de la práctica física sino también a la motivación
psicosocial y al impacto del entorno próximo (Molloy, Beerschoten, Borrie,
Crilly y Cape, 1998). Con respecto a las segundas, el estudio desarrollado por
Guil, Gil-Olarte, Guerrero y Mestre (2017) muestra que las mujeres con cáncer de
mama que realizan ejercicio físico, presentan menores niveles de ansiedad y
depresión, así como mayores niveles de satisfacción con la vida, optimismo
disposicional y resiliencia.
Pero, ¿por qué el ejercicio físico y la práctica
deportiva son buenos para mejorar nuestro estado emocional?
Una primera
explicación y, la más conocida, tiene que ver con las modificaciones
fisiológicas que produce la práctica deportiva.
Para explicarlo, haremos una
breve introducción sobre las respuestas afectivas. Dentro de la perspectiva
dimensional de las mismas, el modelo de Russell (1980) es el más utilizado y
afirma que las respuestas afectivas pueden definirse según dos dimensiones
independientes: valencia y activación. Siendo la valencia el grado de placer que
se genera ante un estímulo y la activación, el grado de energetización o tensión
que prepara para la acción.
La activación se manifiesta a través de la
estimulación del SNA, de tal manera que cuando estamos muy activados, nuestro
pulso cardíaco se acelera, la respiración se entrecorta, la tensión muscular
aumenta…..Estos parámetros pueden verse modificados por ansiedad, estrés o
cuando realizamos actividad física… La diferencia es que en los primeros casos,
la acción a realizar no está definida…. Así unas personas pueden bloquearse y no
“realizar ninguna acción”, otros pueden estallar y liberar esa tensión de forma
agresiva o inadecuada…. Por el contrario, en la actividad física la acción si
está definida… ya sea correr, nadar, saltar…. Por tanto, la activación, que
permite preparar el cuerpo para actuar, se gasta al realizar la acción, es
decir, la actividad física, liberándose y no quedándose acumulada en el
organismo o siendo motivo de un problema mayor (discusión, agresión….). Por
ello, es importante que cuando uno está excesivamente activado, gaste ese
sobrante de energía a través de la actividad física y así conseguir reducir el
nivel de activación.
Pero, además, el ejercicio físico influye en la dimensión
valencia. De hecho, son múltiples los estudios donde se pone de manifiesto que
la realización de ejercicio físico puede aumentar la segregación de endorfinas,
que son unas sustancias químicas, pertenecientes al grupo de “opioides
endógenos” que generan una sensación de placer y disminución de la fatiga y el
dolor. En otras palabras, la realización de ejercicio físico puede actuar sobre
la dimensión valencia (positivo- negativo).
No obstante, habría que señalar
otros aspectos que aunque no sean tan directos sobre el estado de ánimo, también
pueden regularlo. Estos aspectos tienen que ver con la motivación, la percepción
corporal….
El término motivación proviene del verbo latín movere, que significa
“moverse”, “poner en movimiento” o “estar listo para la acción”. De acuerdo con
esto, a través del movimiento y del ejercicio físico podemos conseguir que una
persona mejore su motivación, tenga unas metas que cumplir, y que si, además
están bien formuladas en objetivos, dicha persona pueda, si los consigue,
mejorar su nivel de autoeficacia (valoración que hacemos sobre nuestra capacidad
para desarrollar una acción) así como su autoestima (valoración que hacemos
sobre nosotros mismos). Aspectos fundamentales para trabajar, por ejemplo, en
personas con depresión.
Por otro lado, la realización continuada de ejercicio
físico mejora la condición y el aspecto físico. La mejora de la percepción
corporal está muy relacionada con la autoestima y, por tanto, con el ánimo.
Cuanto mejor nos vemos, más nos valoramos y, de esa manera, más contentos
estamos.
Si bien parece claro que el ejercicio físico y la actividad deportiva
pueden resultar beneficiosos para mejorar nuestro bienestar personal, hay que
señalar que es necesario que dicha actividad esté supervisada por profesionales
del campo y que estén adaptados a la persona para sacar los máximos beneficios
ya que si no, puede resultar ser contraproducente. En ese sentido, en otro post
hablaremos de la influencia del deporte en la salud mental de los deportistas y
la importancia de trabajarlo.
Me ha gustado mucho, es muy interesante
ResponderEliminarGracias por tu comentario
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