EAR psicólogos

5 de diciembre de 2011

El miedo a ganar: Copa Davis 2011

En primer lugar, aprovechar la ocasión para felicitar al equipo español de tenis, especialmente, a Rafa Nadal. Creo que ya no hay más adjetivos para definirle.

En 2º lugar, y aprovechando el partido de Rafa contra Del Potro, me gustaría comentar un aspecto psicológico que tiene mucha importancia en el rendimiento deportivo: el miedo a ganar.

Tradicionalmente se ha hablado mucho de la influencia negativa que tiene el miedo a perder en los deportistas, esto les hace bloquearse, jugar tensos y, por tanto, rendir peor y perder la competición o partido. Pero igualmente negativo es el miedo a ganar.

En ambos casos, el deportista está sufriendo la misma emoción: el miedo.

Antiguamente, esta emoción tenía un gran componente adaptativo. Si de repente nos encontrábamos con un león en medio del campo, las consecuencias para nuestra supervivencia podían ser nefastas; por lo que nuestro organismo se ponía alerta, produciendo una serie de cambios fisiológicos (aumento de adrenalina en sangre, mayor circulación sanguínea en extremidades inferiores, aumento de la tensión muscular…) que nos permitían dar 2 respuestas: huída o paralización. Estas actuaciones podían salvarnos de un posible ataque del león.

En la actualidad, los peligros a los que nos enfrentamos habitualmente, no suponen una amenaza para nuestra vida, por lo que el valor adaptativo del miedo ha perdido fuerza frente al valor motivacional. El miedo puede ser una gran fuente de energía para empujarnos a hacer algo.

¿Por qué? Pues porque el miedo es una emoción que nos genera activación fisiológica (i.e., aumento de adrenalina en sangre), nos pone en alerta y nos prepara para la acción (huída o paralización). Por tanto, nos motiva hacia un fin.

Esto, que como ya hemos visto, en determinadas situaciones es adaptativo; en otras, no lo es tanto, por dos razones:

  1. Si durante un partido de tenis, donde la concentración es fundamental, siento miedo. Mi cuerpo, que ya estaba activado (i.e., por estar realizando actividad física), se activa aún más. Pasando de una situación ventajosa (estar alerta y reaccionar rápidamente) a una desventajosa (estar hiperreactivo, bloqueando la capacidad de respuesta) (para más detalle, véase artículo de ansiedad deportiva).
  2. Cuando siento miedo (ya sea a ganar o a perder), estoy dirigiendo el foco atencional a las consecuencias de la actuación. Es decir, al futuro. En el deporte, al igual que en el resto de actividades, es fundamental pensar en el presente, en lo que se está haciendo en cada momento. Si al estar jugando un punto, estoy pensando que puede suponer la victoria o derrota del partido, no estoy prestando atención a mi actuación (estrategia para el resto o saque), por lo que la posibilidad de error es bastante alta.

De forma similar, la excesiva motivación por ganar puede ser negativa. Cuando está cerca la victoria, el ansia por conseguirla, genera un exceso de activación, precipitándonos y focalizando nuestra atención hacia el futuro y, por tanto, disminuyendo nuestro rendimiento. Por tanto, es necesario que los jugadores centren su atención en el presente, se olviden de las consecuencias futuras, e ir paso a paso, punto a punto, juego a juego, set a set.



Pero, ¿cómo conseguir bajar la activación y centrarnos en el presente?.
  1. Respiración profunda. Es una técnica muy sencilla y eficaz de relajación. Favorece una buena oxigenación y permite bajar el número de pulsaciones. Suele usarse antes de un saque, en los descansos entre juegos, etc.
  2. No obsesionarse. Es normal que se piense en las consecuencias, por lo que no pasa nada si viene algún pensamiento relacionado con ello. De hecho, si ocurre dejarlo pasar, evitar decir o pensar: NO puedo pensar en las consecuencias, NO puedo pensar en las consecuencias. ¿Por qué? Porque estamos haciendo lo contrario a lo que queremos. “No penséis en un oso blanco, no penséis en un oso blanco…”. Si esto lo decimos muchas veces, al final el oso blanco aparece en nuestra mente. Básicamente le estamos llamando. Por lo que, si queremos evitar pensar en algo, pensemos en otra cosa. Por ejemplo, hacer como si cambiáramos de canal en la tv y empezar a pensar en el siguiente golpe a dar.
  3. Autoinstrucciones: Es decir hablarnos a nosotros mismos, como si estuviéramos radiando el partido: ahora voy a colocarme para sacar, miro posición de los pies, raqueta, boto la pelota…. De esta forma, nuestra habla interna nos está guiando en lo que es relevante en ese momento: cómo hacer el saque. Evitando pensar en otras cosas que, en ese momento, no son relevantes.
  4. Uso de rutinas: Esta estrategia está relacionada con la anterior y es muy usada en tenis. Consiste en desgranar determinados gestos técnicos (ej: saque) en pasos sucesivos. Por ejemplo, posición de pies, posición cuerpo, agarre raqueta, botes de la pelota, etc. De esta forma, cuando se quiere recuperar la concentración es positivo realizar esas rutinas, ya que va centrando la atención en cada uno de los pasos de ejecución del gesto y, por tanto, evita pensar en las consecuencias.

6 de noviembre de 2011

La violencia en el deporte.

Estamos cada vez más acostumbrados a ver actos violentos, especialmente, a través de los medios de comunicación, películas, etc. Y esto también se ve reflejado en el mundo del deporte. Curiosamente, un mundo donde los valores de la superación, el esfuerzo, la cooperación, etc. tienen gran importancia; a veces se ven relacionados con otros como la frustración, la agresión, la violencia…

Pero, ¿por qué se produce violencia en el deporte?. Dos grandes paradigmas tratan de dar respuesta a esta cuestión:

Desde los modelos psicobiológicos, se considera que la violencia es innata, es decir, las personas tenemos una predisposición a comportarnos violentamente, y esta predisposición es la única causa que explica la realización de actos violentos. En otras palabras, las personas que tengan esta predisposición serán violentas y las que no las tenga no serán violentas.

Además consideran que es una respuesta automática. En determinadas situaciones (como cuando nos sentimos frustrados, enfadados o cuando estamos incómodos porque estamos en un sitio masificado, con mucho calor o estamos ante una discusión con alguien), las personas con predisposición violenta responderán violentamente, sin poder controlar esa respuesta porque es automática; es decir, surge como una reacción ante esas situaciones.

Estos modelos han permitido a muchas personas poder justificar sus actos violentos, pero esto no es así, las personas podemos controlar nuestras acciones y podemos cambiar nuestra forma de actuar.

En esta línea, los modelos socioculturales consideran que la violencia se aprende (a través de las experiencias vividas, de observar cómo se comportan otros, de las consecuencias que conllevan las distintas acciones, etc.). Consideran que se producen por la combinación de varios factores biológicos, psicológicos y socioculturales. Así, por ejemplo, el entorno social indica en qué situaciones y bajo qué condiciones y fines la violencia puede resultar admisible (por ejemplo, en el campo de batalla) o reprobable (por ejemplo, en un campo deportivo). Y, por último, consideran que las personas tienen control sobre los actos violentos y, por tanto, se pueden evitar.

Basándonos en el paradigma sociocultural, la violencia deportiva puede producirse por la combinación de los siguientes desencadenantes:

-          Biológicos/ físicos: Cuando las personas estamos nerviosas, muy activadas fisiológicamente tendemos a perder el control de nuestras acciones lo que favorece la aparición de conductas violentas. Esta activación (aumento de la adrenalina en sangre) puede producirse tanto por factores externos como internos:
o        Factores externos: Determinadas condiciones ambientales como el calor, la falta de espacio, etc. son percibidas como desagradables, lo que hace que nos activemos fisiológicamente. En este estado de nerviosismo, tendemos a perder el control de nuestras acciones, lo que hace más probable la aparición de conductas agresivas. Igualmente la ingesta de sustancias como el alcohol o la cocaína favorecen la aparición de actos violentos, ya que disminuyen el control sobre la conducta.
o        Factores internos: Determinadas emociones negativas como la ira, la frustración o el miedo favorecen la aparición de actos violentos. De hecho, según la teoría de la frustración-agresión, se puede producir una agresión después de un fracaso o de no conseguir una meta. Por ejemplo, en baloncesto es muy común que los jugadores cometan falta personal después de haber fallado un tiro.

-          Psicológicos: La obtención de refuerzos, la ausencia de castigos y los objetivos que guíen las actuaciones pueden fomentar actuaciones violentas.
o        Refuerzos/ castigos: Cuando realizamos actos violentos u observamos a otros hacerlos y no son sancionados e incluso, en algunas situaciones, permiten obtener beneficios es más probable seguir actuando de forma violenta. Ej: en el hockey sobre hielo la agresión tiene valor y los jugadores aprenden rápidamente que ser agresivo es un modo de obtener reconocimiento personal. O cuando un espectador tira algo al campo y da a un jugador, y sus amigos festejan la “hazaña”; es probable que vuelva a hacerlo.
o        Objetivos: Cuando la victoria es el único objetivo que se plantea el deportista, cuando ganar lo es todo, se puede llegar a hacer cualquier cosa para conseguirlo. En este contexto, las acciones violentas pueden aparecer.

-          Sociales: Algunos de los principales aspectos que influyen en la aparición o no de la violencia son:
o        Características del deporte: Hay algunos deportes que debido a sus características favorecen la aparición de actos violentos. Así, por ejemplo, en aquellos deportes donde el contacto forma parte del juego (ej: hockey sobre hielo) es más probable que se produzca algún tipo de agresión que en aquellos donde no hay contacto (ej: natación). Igualmente, en aquellos partidos donde la intensidad es alta (ej; baloncesto) también es más probable que se produzca algún acto violento que en aquellos deportes donde la intensidad es menor (ej: golf) debido al aumento de la activación fisiológica y al menor control conductual. En este mismo sentido, aquellos deportes de mayor repercusión social, donde los partidos paralizan ciudades como por ejemplo, el fútbol, el ambiente se caldea, aumentando la tensión y, por tanto, favoreciendo la aparición de actos violentos.
o        Ambientes violentos: En ambientes donde la violencia es la forma habitual de resolver conflictos y satisfacer las necesidades e intereses humanos, la probabilidad de presentar pautas de interacción violentas es muy alta.
o        Institucionalización de la violencia: El uso de la violencia se legitima en algunas situaciones a través de normas y actitudes. Por ejemplo, la reciprocidad (se acepta que un jugador “pague con la misma moneda” cuando está recibiendo empujones y codazos bajo los tableros); la autoridad (se justifica una acción violenta porque una persona de mayor estatus lo ha solicitado) y las normas de equipo (cuando un jugador cree que en una situación sus compañeros actuarían de forma violenta, la probabilidad de actuar de esa forma aumenta). Por último, el razonamiento de juego o moralidad entre paréntesis consiste en considerar conveniente un acto agresivo en el contexto deportivo aunque sea inadecuado (cometer una falta dura para que el rival no consiga canasta).

Pero, ¿quiénes son los agentes que influyen o pueden influir para que haya más o menos violencia?.

La violencia se da a distintos niveles dentro del mundo deportivo (entre aficiones, entre equipos, etc.) por lo que son varios los agentes de influencia. Entre otros destacan:

-          Instituciones y estamentos deportivos, fuerzas de seguridad. A través de las leyes y normativas existentes se consigue eliminar algunos de los factores que hemos visto que favorecen la violencia. Así, está prohibido beber alcohol en los recintos deportivos, hay comisiones que sancionan las conductas agresivas de los jugadores, etc.
-          Medios de comunicación. En muchas ocasiones, se caldea excesivamente el ambiente, favoreciendo que haya una rivalidad exagerada que fomenta actitudes y comportamientos agresivos, dentro y fuera de los campos. Un ejemplo claro son los últimos partidos de fútbol entre Real Madrid y Barcelona.
-          Clubes, asociaciones, escuelas. Las declaraciones previas, la realización de comidas entre directivas, etc. también influyen a la hora de caldear o no, el ambiente.
-          Equipo técnico y deportistas. En este caso, siempre deberían fomentar el fair play, no reforzando conductas lesivas ni realizando comentarios que generen polémicas…
-          Aficiones. En muchas ocasiones, parece que la gente que acude a eventos deportivos, toma éstos como una forma de desatar las tensiones acumuladas en otras áreas de la vida. Así, en vez de gritar al compañero de trabajo o al jefe, acuden a las gradas para gritar a los árbitros o a los jugadores. Esto cada vez es más generalizado, no sólo en el deporte profesional sino en el deporte base. En este sentido, los padres de jóvenes deportistas deberían ser conscientes de que determinadas actitudes y comportamientos serán copiados por sus hijos, por lo que deberían controlarse más.

En resumen, la violencia en el deporte se produce por la combinación de varios factores. En cada caso, se ha de analizar cuáles son esas causas y quiénes deben actuar o sobre quiénes se ha de actuar para evitar y prevenir las conductas violentas.

18 de octubre de 2011

La comunicación en el deporte.

En artículos anteriores, destacamos la importancia de mantener las vías de comunicación abiertas. Pero la comunicación no solamente favorece el trabajo en equipo, también fomenta la motivación, la confianza, baja el nivel de ansiedad, etc. En definitiva, es una herramienta fundamental para mejorar el rendimiento de un jugador y/o de un equipo.

Si bien en el mundo del deporte parece clara su importancia, no está tan claro que se use de forma adecuada, ya que en muchas ocasiones, se habla con los jugadores, con el equipo técnico… cuando las cosas van mal. Pero, ¿por qué esperar a que las cosas no funcionen para que haya comunicación? Y más importante aún, ¿qué entendemos entonces por comunicación?.

La comunicación es un proceso de intercambio de información (ideas, creencias, sentimientos, conceptos…) entre dos o más personas utilizando un sistema común que permita compartir un mismo significado.

En este proceso, se combinan varios elementos que hay que tener en cuenta:

1. Las características del emisor y del receptor, es decir, percepciones, creencias, sentimientos, expectativas, actitudes… que influyen (de manera positiva o negativa) en el proceso comunicativo.
2. El tipo de mensaje que se da, tanto verbal como no verbal. Y es que, en muchas ocasiones, decimos más con la mirada o gestos que con la palabra.
3. El contexto donde se produce la comunicación (e.g., si es en el vestuario, durante el partido…).

Con respecto al primer punto, se ha hecho mucho hincapié en conocer las características del receptor para que la comunicación sea eficaz. Y, en base a ello, se han adoptado las siguientes medidas:
-          Adaptar el lenguaje en función del receptor. De hecho, es bastante común ver cómo, por ejemplo, en los tiempos muertos del baloncesto, los entrenadores dan las indicaciones en inglés o en castellano según el jugador al que estén dirigiéndose; o cómo un entrenador habla de una forma con su jugador benjamín y de otra con su ayudante.
-          Emitir mensajes cortos y directos para que sean entendidos de forma rápida y eficaz. Esto, sobre todo, es importante durante el partido. Así, un entrenador de fútbol tiene que decir en pocas palabras que quiere que haga un determinado jugador ya que se lo tiene que decir a gritos desde la banda, es decir, no tiene tiempo para explayarse.
-          Fijarse en cómo son sus jugadores, en qué personalidad tienen ya que, en función de ello, los jugadores reaccionan de forma diferente ante los comentarios. Por ejemplo, hay jugadores que ante un grito del entrenador, se ponen las pilas y, en cambio, otros que se hunden.
-          Tener en cuenta el estado anímico del jugador, cómo se encuentra y cómo puede influir esto en la interpretación que haga del mensaje. Por ejemplo, cuando un jugador está enfadado, porque ha cometido algún error, porque le han sustituido y no le ha gustado, etc. es conveniente dejarle que se calme para, luego, en frío comentar los aspectos que se consideren oportunos. Si no es así, el comentario realizado puede ser interpretado como una ofensa y generar un problema de forma gratuita.

Actualmente, es frecuente ver cómo los entrenadores, en mayor o menor medida, tienen en cuenta todos estos aspectos. Para ello, en la formación recibida, se les ha instado a observar a sus jugadores en diferentes situaciones, que analicen cómo se comportan en función de las circunstancias, etc.

Sin embargo, se ha dejado de lado la observación de sus propias características, cómo afectan sus pensamientos, creencias, expectativas, etc. en su manera de comunicarse con los jugadores. Es decir, en qué aspectos del emisor influyen en la comunicación.

Los entrenadores, al igual que los jugadores, son personas y, por tanto, también sienten emociones: enfados, alegrías, frustraciones, etc. Pero, ¿existe alguna formación en la que se les enseñe a gestionar sus emociones?. Por ejemplo, un entrenador que indica una determinada táctica y los jugadores no la llevan a cabo, ¿puede esto influir en cómo dirá las siguientes instrucciones?. Seguramente sí, y la forma de decirlo, ¿puede perjudicar en cómo realizarlo?. Probablemente también.

Igualmente las expectativas sobre cada jugador también afectan a la forma de interactuar con ellos. De hecho, todos conocemos algún caso de cómo un entrenador ha mantenido a un determinado jugador, aún haciéndolo mal, porque cree que puede cambiar esa situación.

En este caso, la situación es positiva, el entrenador tiene expectativas positivas sobre el jugador, confía en él, por lo que el jugador tiene un plus de confianza, aunque falle, sabe que puede seguir intentándolo. Pero ¿qué ocurre en la situación contraria?.

Cuando un entrenador tiene expectativas negativas sobre un jugador, ante el más mínimo error, le cambia, esto hace que no coja ritmo, y, aumente su presión (e.g., “tengo que hacerlo bien porque si no me cambiará”). Y cómo hemos visto en artículos anteriores, esto mina la confianza del jugador, disminuyendo su rendimiento. Es decir, se cumple lo predicho por el entrenador (e.g., “ves, es que es malo”).

Otro ejemplo, un entrenador que considera que un jugador tiene que hacer un determinado rol (e.g., jugar en una posición, realizar una determinada tarea, etc.) porque considera que eso es lo mejor que sabe hacer ese jugador. Si al final sólo deja que haga esa tarea o jugar en esa posición, seguramente el jugador se especialice en ello y, por tanto, se cumpla lo predicho por el entrenador.

En definitiva, en función de lo que piense un entrenador de un jugador actuará de forma diferente con él, automática y no intencionalmente, pero favorecerá que se cumpla su expectativa. A este fenómeno se le denomina la profecía cumplida y es muy importante tenerlo en cuenta para que no afecte de manera negativa en los jugadores.

Especialmente, hay que controlarlo en el deporte base, ya que limita el aprendizaje del deportista. Así, si consideramos que un niño no debe sacar el balón porque es muy malo pasando, al final haremos que sea malo en ello porque no damos opción a que lo entrene.

Otra característica del emisor que está ligada con el 2º componente de la comunicación (el mensaje) es el desconocimiento de nuestro comportamiento no verbal. En muchas ocasiones, podemos ver a los entrenadores poniendo caras ante los errores de sus jugadores y luego decirles que no pasa nada. ¿A qué hará caso el jugador? ¿A lo dicho por su entrenador o al gesto que le ha visto hacer?. Seguramente al gesto.

Y es que muchas veces, nos delatan nuestras miradas, gestos, etc. transmitiendo un mensaje diferente al que hemos dado a través de la palabra. Esto produce ambigüedad en el jugador: “me ha dicho que entráramos a canasta pero he tirado el triple y lo ha celebrado. ¿Qué hago la próxima vez?”.


Con respecto al mensaje, también es importante tener en cuenta la información que se proporciona. En muchas ocasiones, vemos lamentarse a un jugador por un error cometido, el entrenador le llama y le vuelve a recordar el error. Salvo los jugadores de las primeras etapas de formación, el resto ya es consciente de lo que hace bien o mal (si no es así, correcto el señalarle el error), por lo que es preferible fijar su atención en la acción correcta, en qué debería haber hecho. En algunos casos, ni siquiera esto es necesario, por lo que sería conveniente no insistir mucho en el hecho.

En este sentido, cuando queramos corregir a un jugador, es positivo, sobre todo, con determinados jugadores y en categorías inferiores, utilizar la técnica del sándwich, que consiste en decir una cosa buena que haya realizado el jugador, el error y su corrección y por último, otra cosa buena. Por ejemplo, “la idea era buena, has visto bien el pase, pero lo tenías que haber lanzado más adelantado, ¿vale?. Está bien intentado, la próxima seguro que te sale”. De esta forma, se corrige al jugador sin dañar la confianza en sí mismo.

Por último, es importante el contexto. Así, si queremos corregir a un jugador y que éste lo entienda como tal, no podemos decírselo delante de todo el mundo, tendremos que cogerle aparte y decírselo, teniendo en cuenta, como hemos dicho anteriormente, la mejor disposición del jugador para atender.

1 de septiembre de 2011

La confianza en uno mismo en los deportistas.

En el deporte, se habla continuamente de rachas ya sea para valorar la actuación de un equipo o de un deportista. Cuando las cosas van bien, parece que todo es más sencillo, no cuesta anotar o dar buenos golpes de raqueta, incluso parece que la suerte está de nuestro lado. En cambio, cuando las cosas salen mal, se cometen más errores, más distracciones y la suerte no llama a la puerta.

Estas sensaciones no son incontrolables, es decir, tener una buena racha o no, no depende del azar, depende de la actuación del deportista. Y es aquí, donde tenemos que hacer mayor hincapié, el deportista puede cambiar su suerte a través del trabajo y la confianza en uno mismo.

Pongamos como ejemplo a Ricky Rubio, joven jugador de baloncesto que ha destacado en dicho deporte desde muy joven. Al comienzo de su carrera en ACB (con 14 años), no se ejercía ninguna presión sobre él, ya que superó con creces las expectativas planteadas. Todas las valoraciones eran positivas (gran visión de juego, muy buena realización de pases y robos, rápido…). Este ambiente favorece la confianza en uno mismo, no hay que pararse a pensar en corregir nada, simplemente hay que hacerlo, sin pensar, dejar que toda fluya. Y así es.

En cambio, desde hace un par de años, la atención ya no se centra tanto en aquellas cosas que le hicieron destacar; ahora lo importante es ser un jugador completo y para ello, debe mejorar el tiro. Las valoraciones ya no son positivas, se maximizan los errores en el tiro y se minimizan los aciertos en otros aspectos del juego. Las expectativas son más altas que antes, exigiendo más al jugador y por tanto, metiendo mayor presión. Esta situación puede disminuir la confianza en uno mismo. Pero ¿cómo?.

Desde que somos pequeños, vamos conformando nuestra autoestima y confianza en nosotros mismos a través de nuestra historia de éxitos y fracasos. Cuando tenemos más éxitos que fracasos solemos tener una mayor confianza en nosotros mismos y cuando son los fracasos los que superan a los éxitos, nuestra confianza disminuye.

Cuando llevamos a cabo una actuación solemos valorar cómo lo hemos hecho y preguntar a otros su valoración:
-          Si la persona o su entorno sólo se centran en lo negativo, su valoración será negativa y por tanto, su confianza disminuirá (para simplificar la explicación se ha planteado una sola situación, la confianza disminuiría si ocurriera varias veces).
-          Si la persona o su entorno sólo se centran en lo positivo, su valoración será muy positiva y por tanto, podría tener un exceso de confianza, aspecto también negativo ya que no permite mejorar y progresar al deportista.
-          La situación ideal sería aquella que valora positivamente los aspectos realizados (siempre hay algo que puede reforzarse, aunque sea la actitud) y comentar lo negativo (a ser posible dando la explicación de cómo mejorarlo).

Pero ¿cómo las valoraciones negativas pueden minar la confianza de un deportista?.

En primer lugar, cuando la atención, ya sea del deportista o del entorno, se centra única y exclusivamente en lo negativo, esto empieza a magnificarse, por tanto, empieza a aumentar la presión y el miedo a hacerlo mal, disminuyendo la confianza en uno mismo, lo que a su vez incrementa el número de errores y, por tanto, las valoraciones negativas. Este círculo vicioso puede ir aumentado cada vez más hasta convertirse en un problema grave, generalizando los errores a otros aspectos.

Segundo, ante un error, solemos pensar estrategias, maneras de corregirlo. Cuando el error se produce sobre un gesto técnico, empezamos a realizar su ejecución de forma consciente, es decir, realizando variaciones para conseguir hacerlo bien, por lo que al final lo hacemos mal. Y es que los gestos técnicos, una vez aprendidos e interiorizados, pasan a realizarse de forma automática, debiéndose evitar hacerlo de forma consciente (excepto en períodos de formación o de corrección de gestos técnicos). Por ejemplo, otra conducta automatizada sería conducir. Haced la prueba y decid en voz alta los pasos detallados que tenéis que realizar para por ejemplo cambiar de carril. Posiblemente, al estar tan centrados en decirnos los pasos a realizar se nos pase algo como por ejemplo, que ha aparecido un coche que antes no estaba y no podemos cambiar de carril.

Igualmente ocurre cuando un jugador va a tirar a canasta y en vez de hacerlo como siempre, de forma automática, empieza a pensar en que tiene que meterlo, en que tiene que colocar el brazo o la mano de tal manera,  etc. La atención en esos pensamientos le distrae, por lo que la probabilidad de cometer un fallo aumenta. Un nuevo error vuelve a ser una prueba de “lo malo que soy”, disminuyendo la confianza.

Ante esas situaciones ¿cómo mejorar o incrementar la confianza en uno mismo?.
  1. Desdramatizando los errores y centrando la atención en los aspectos positivos. Es decir, quitar importancia a los fallos, resaltando los aciertos.
  2. Trabajando los errores con paciencia. La realización de un gesto técnico depende únicamente de la acción del deportista, no del azar; por tanto, puede mejorarse mediante un trabajo planificado, guiado y constante (hay que llegar a automatizarlo). Pero requiere tiempo por lo que no se pueden esperar resultados a corto plazo (regular las expectativas).
  3. Favorecer pruebas de éxito. Es decir, resaltar los aciertos en el gesto o la actuación que se está mejorando (ej: ves, has mejorado el porcentaje de ayer a hoy… o has metido 3 seguidas...).
  4. Aprender estrategias de control de pensamiento que permitan evitar distracciones en la ejecución.

21 de agosto de 2011

Selección Española de Baloncesto: EL TRABAJO EN EQUIPO.


Foto sacada de www.elconfidencial.com
Después de darle vueltas, creo que el mejor ejemplo para tratar el tema el trabajo en equipo es la Selección española de basket ya que han conseguido en los últimos años, engranar un equipo que está cosechando grandes actuaciones y engrosando un palmarés como nunca antes habíamos vivido.

Antes de hablar del trabajo en equipo, es conveniente destacar que somos seres sociales, y por tanto, estamos en continuo con otras personas, formando diferentes grupos: desde la familia, la clase de la escuela, los compañeros de facultad, el departamento para el que trabajamos, el gimnasio al que estamos apuntados…

Pero, ¿cómo un grupo de personas llega a ser un equipo?.

La característica principal de un equipo es su finalidad, que es la consecución de un objetivo común. Y en un equipo deportivo, su objetivo es claro: ganar la competición en la que participa.

Y ¿cómo conseguirlo?. A través del trabajo en equipo, consiguiendo que todos los miembros trabajen de forma coordinada y eficaz. Para ello, hay que:
  1. Tener una identidad colectiva que haga que los miembros consideren que el equipo es una unidad en sí misma y les permita distinguirse de los demás equipos. Desde hace tiempo, la selección española de baloncesto se caracteriza por su juego rápido y su férrea defensa. A esto hay que añadirle, que gracias a los éxitos de los últimos años, el sentimiento de orgullo por pertenecer a la selección es cada vez más fuerte, lo que hace que gran parte de los jugadores españoles quieran ir a la selección y el compromiso con el equipo sea aún mayor. Lo que favorece que los jugadores se esfuercen por conseguir los objetivos y, por tanto, su rendimiento mejore.
  2. Los miembros han de tener claro su rol dentro del equipo, es decir, qué es lo que tiene que hacer cada uno y aceptarlo. En este sentido, es importante saber que cada jugador tiene un rol diferente dentro del equipo, pero que todos son igualmente importantes para conseguir resultados. Este tema suele ser uno de los mayores problemas en los equipos donde hay varios jugadores buenos; ya que la consabida “guerra de egos” suele ser la causa de mal ambiente de equipo y, por tanto, mal rendimiento. En otras palabras, para que el engranaje funcione es importante que todas las piezas, por pequeñas que parezcan, funcionen a la perfección. Y esto ocurrirá si se respeta y da valor a cada una de ellas.
  3. Favorecer la cohesión grupal o, en otras palabras, la tendencia de los miembros de un grupo a mantenerse juntos y unidos en la persecución de sus metas y objetivos. Esta tendencia se favorece a través de 2 aspectos:
·      Incremento de la atracción interpersonal (cohesión social): es decir, que los miembros del grupo se lleven bien y disfruten del compañerismo del grupo, favoreciendo la realización de actividades de forma conjunta (jugar a la play, cartas…), de compartir gustos similares (música, cine), etc. Es de sobra conocido el buen rollo existente entre los jugadores de la selección española.
·       Control de recursos: se refiere a las ventajas que cada miembro puede tener de su integración en el equipo. Si el equipo juega de forma cohesionada, tiene más posibilidades de triunfar y, por tanto, de incrementar el palmarés y el caché de los jugadores.

  1. Mantener las vías de comunicación abiertas. Ya hemos hablado de la importancia de conocer qué es lo que tiene que hacer cada uno, pero también es importante conocer qué es lo que tienen que hacer los demás para poder actuar de forma coordinada. En baloncesto, la táctica, tanto ofensiva como defensiva, requiere de la actuación de los 5 jugadores en pista, y el desconocimiento o fallo en alguna posición puede desmoronar el sistema. Entrenar poco por lesiones, estar despistado, etc. son factores que pueden hacer que un jugador esté desubicado en la pista. En este tipo de situaciones, una buena comunicación entre compañeros (y/o equipo técnico) puede ser fundamental. Igualmente, cuando las cosas no salen bien, una palabra de ánimo o un comentario de un compañero pueden hacer que esa situación cambie. Por tanto, es necesario que los jugadores hablen entre ellos, fuera y dentro de la pista, pero siempre con vistas a la mejora y no a la crítica y desahogo. Pero el tema de la comunicación lo veremos más detalladamente en próximos artículos.
En resumen, para conseguir que un equipo trabaje de forma conjunta es importante darle una identidad propia que les diferencie de los demás, dejar claro el papel de cada uno y su relevancia dentro del equipo, favorecer un buen ambiente de equipo y potenciar la comunicación.

30 de junio de 2011

La Psicología deportiva en el baloncesto: LIDERAZGO.

En el baloncesto, como en otros deportes de equipo, las habilidades interpersonales adquieren un papel fundamental. La coordinación, la cohesión de equipo, la aceptación de roles, el liderazgo, etc. pueden hacer que un equipo gane o pierda.
Pero de todos estos aspectos, destaco la importancia del liderazgo en el baloncesto. ¿Por qué?.

Porque normalmente se equipara al director de equipo (es decir, el entrenador) con el líder y, en baloncesto, la intervención del entrenador es mucho mayor que en otros deportes grupales, como el fútbol. El entrenador de basket puede dar instrucciones a sus jugadores durante un partido, en los tiempos muertos, en los descansos entre períodos e incluso durante el juego, ya que las dimensiones de la cancha así lo permiten.

Y ¿qué puede hacer un entrenador para mejorar su capacidad de liderazgo?.

Los líderes se caracterizan por tener gran influencia en los demás. Son capaces de convencer, de motivar, de movilizar a otros con la finalidad de conseguir los objetivos planteados (Recordemos el papel que desempeñó Pau Gasol en la consecución de la medalla de oro del Europeo de Polonia de 2009, después de unos inicios dubitativos).

Pero ¿por qué unas personas son más influyentes que otras?.

Fundamentalmente, hay 3 aspectos que permiten mejorar la influencia sobre otros:
  1. Credibilidad. Para que un entrenador tenga credibilidad debe tener pericia (formación y experiencia) en su deporte, en este caso, el baloncesto; mostrar que no tiene intenciones ocultas (i.e., anteponer el beneficio propio sobre el grupal) y tener cierto prestigio (normalmente este aspecto es valorado en función del palmarés obtenido).
  2. Atractivo. ¿Por qué hace unos años se planteó la norma de que los entrenadores y demás miembros del staff técnico debían ir en traje?. Porque aunque nos cueste aceptarlo la apariencia es importante. Las primeras impresiones se basan en la apariencia y, a pesar de que nos podamos equivocar, éstas son puntos de arranque críticos para la predicción de la influencia y la calidad de la interacción social a seguir. Para que un entrenador potencie su atractivo debe tener similaridad con el equipo. Los entrenadores que comparten ciertas actitudes y creencias con sus jugadores y se comportan como miembros pertenecientes de un mismo equipo son más influyentes. El entrenador que, cuando las cosas van mal, habla de un mal rendimiento de todos, incluido él, tiene más atractivo para sus jugadores que el que, en esa misma situación, considera que la culpa es sólo de los jugadores. Otro factor que potencia el atractivo, es la familiaridad. Nos fíamos de quienes conocemos; siempre y cuando, no abunden experiencias de conflicto. Por tanto, es bueno que a principio de temporada haya una mayor interacción para conocer mejor a los jugadores y ellos al entrenador.
  3. Poder. El entrenador, en virtud de su posición, tiene el control y debe mostrarlo. Tiene que ser capaz de advertir si sus instrucciones son seguidas o no y controlar los refuerzos/ castigos. Es decir, si un entrenador pone una sanción económica para los jugadores que lleguen 10 minutos tarde al entrenamiento; tiene que poder comprobar esa situación y sancionarla en caso de que ocurra. Si el entrenador llega más tarde, no puede saber si algún jugador ha llegado tarde; o si lo ha visto pero no lo sanciona, perderá su autoridad.   
Pero los líderes no sólo son influyentes, también:
  • Tienen claros sus objetivos y cómo conseguirlos. Para ello, es importante saber el punto de partida: club al que pertenece, presupuesto, equipo… Si el entrenador se plantea objetivos inalcanzables o si no sabe cómo conseguirlos, no podrá guiar a otros para su consecución.
  • Tienen automotivación: Los líderes tienen alta tolerancia a la frustración, de tal manera que no decaen con facilidad ante los obstáculos, eso les permite perseverar en la consecución de sus resultados y motivar a otros.
  • Son grandes comunicadores: El entrenador debe exponer claramente sus objetivos, sus planteamientos, sus expectativas con respecto a los jugadores, etc.; pero también atender y escuchar las reacciones, comentarios, dudas, quejas de sus jugadores. Por ejemplo, hablar con el jugador que ha pasado de ser titular a salir desde el banquillo.
  • Manejan con eficacia al grupo: El entrenador ha de observar a sus jugadores, cómo se relacionan entre ellos…, y estar atento a la aparición de posibles tensiones. En función de las circunstancias (madurez de los jugadores, naturaleza del problema, etc.), el entrenador gestionará el problema o dejará que sean los propios jugadores quienes lo resuelvan. En este sentido, es importante aclarar que no siempre es conveniente mediar en los conflictos, a veces es bueno dejar autonomía a los jugadores y confiar en que sabrán resolverlos.
  • Flexibles: De igual manera, no existe una forma correcta de dirigir a un equipo, dependiendo del club, los jugadores, las circunstancias del momento, etc. habrá que actuar de una forma u otra. Es la capacidad de ser flexible y adaptarse a las situaciones la que ha de tener un entrenador que quiera dirigir eficazmente a un grupo. Así, en un determinado momento puede ser conveniente pegar un grito a un jugador para que despierte; y en cambio, en otro, puede ser conveniente animarle y apoyarle. Lo importante es determinar qué estrategia utilizar en cada momento.

En los párrafos anteriores, he hablado del liderazgo del entrenador, pero en muchas ocasiones, el líder del equipo no es el entrenador, sino uno o varios jugadores. ¿Qué pasa en esa situación?.

Algunos entrenadores vivencian esta situación como un problema, ya que pueden ver cuestionada su autoridad y considerar a ese jugador como un “enemigo”. En cambio, otros entrenadores aprovechan el liderazgo de ese jugador para mejorar el rendimiento del equipo. ¿Cómo? Haciéndole capitán del equipo, de tal manera que sea la vía de comunicación entre entrenador y demás jugadores (es más fácil convencer a uno que a muchos), siendo la fuente de motivación para otros (conseguir que sea un modelo a seguir), siendo el mediador de posibles conflictos, etc.

En resumen, los entrenadores como directores de grupos pueden y deben mejorar su capacidad de liderazgo para obtener un mejor rendimiento de equipo. Y en caso de que tengamos un líder en nuestro equipo, debemos utilizarlo en beneficio del equipo.

En posteriores artículos, iremos desgranando cómo mejorar la comunicación, manejar eficazmente grupos, etc.

14 de junio de 2011

La psicología deportiva en la Marathon: MOTIVACIÓN.

Si preguntáramos a un corredor de Marathon porqué lo hace seguramente nos diría que porque le gusta, porque supone un reto, una prueba para su cuerpo y también para su mente.

Lo primero que se plantean los corredores populares es poder finalizar la carrera. Poco a poco, y a medida que van entrenando, empiezan a plantearse otra meta: realizar la carrera en un determinado tiempo.

En ambos casos, el objetivo es superarse a sí mismo, ser mejor cada vez. Da igual lo que hagan los otros, lo importante es luchar contra las adversidades y contra el crono. Y en esa lucha, la motivación y la fortaleza mental juegan un papel fundamental, sobre todo, en la última parte de la carrera cuando las fuerzas flaquean considerablemente.

Pero, ¿cómo conseguir esa fortaleza mental y cómo mantenerla durante la carrera?.

Al igual que se realiza una preparación física, es necesario prepararse mentalmente. Y para ello, es necesario conocer el estado mental de los corredores. Algunos autores consideran que antes de una carrera, el estado psicólogico de los deportistas está determinado por la ansiedad somática, la ansiedad cognitiva y la autoconfianza (e.g., Gould et al., 1987; Burton, 1988; Martens, Vealey y Burton, 1990a; Buceta, López de la Llave, Pérez-Llantada, Vallejo y del Pino, 2003). En otras palabras, el cuerpo se prepara para la acción (ansiedad somática); los pensamientos negativos, preocupaciones, dudas, etc. que les empieza a pasar por la cabeza (ansiedad cognitiva) y por último, las expectativas de éxito que tienen con respecto al objetivo marcado (autoconfianza).

Cada corredor debe conocer su nivel óptimo en esos 3 factores y regularlos hasta conseguirlo. Si, por ejemplo, estamos más activados fisiológicamente de lo necesario, sería conveniente realizar técnicas de relajación; si tenemos pensamientos negativos que nos están interfiriendo podríamos usar técnicas como la parada de pensamiento o el desvío de la atención y si no tenemos mucha autoconfianza sería conveniente repasar los objetivos planteados y el procedimiento seguido. Por supuesto, todo esto no puede hacerse por 1ª vez justo antes de una carrera, es necesario entrenarlo antes.

Igualmente es necesario que cada corredor conozca las fases por las que va pasando durante la carrera con la finalidad de poder usar diferentes estrategias cognitivas que le permitan regular sus fuerzas y optimizar su rendimiento.

En este sentido, Tomás Vich Rodríguez, en su libro “Qué pasa por la cabeza del corredor de maratón” del 2003, señala 6 etapas emocionales:

-    Euforia (antes de la carrera- primeros kilómetros) y Charla (6 ó 7 kms a 14-15kms): En estas 2 primeras etapas, el estado físico de los corredores es bueno y el estado anímico positivo, lo que puede conllevar a acelerar el ritmo.
-     Transición (16-17 kms a 22-23 kms): El corredor está centrado en la carrera, no tiene la euforia del comienzo y todavía las fuerzas no flojean.
-     Latente (24-25 kms a 30-31 kms): Comienzan a surgir las primeras evidencias de cansancio físico y mental. Empiezan a aparecer los primeros pensamientos negativos: ¿cuánto queda?, quiero terminar ya, etc.
-   Sufrimiento (32 a 42 kms): Como su propio nombre indica, en esta etapa, el corredor sufre, está agotado física y mentalmente. 
-     Éxtasis (últimos metros de carrera): La visión de la meta cercana, permite obtener un plus de energía que permite al corredor llegar.

Siguiendo este planteamiento, los corredores deben en las primeras etapas, controlar esa “euforia” y dosificar las energías, ya que luego las necesitarán. Para ello, sería conveniente llevar un pulsómetro con el que controlar el pulso cardíaco, manteniéndolo lo más regular posible durante la carrera. También es bueno usar técnicas cognitivas como las  autoinstrucciones. Es decir, el corredor se va diciendo así mismo qué hacer en cada momento. Por ejemplo, acabo de empezar la carrera, voy a tantas pulsaciones, llevo un ritmo adecuado. Me siento muy bien, pero no voy a forzar, seguiré a este ritmo porque luego lo voy a necesitar, etc.

Después en la fase de latencia, cuando empiezan a aparecer los primeros signos de cansancio, los corredores deberían interpretar correctamente sus sensaciones (e.g., identificar carga muscular de calambres). A medida que se va haciendo ese examen corporal, es conveniente darse autoafirmaciones: “pulso adecuado, bien; tengo algo cargados los gemelos, es normal en esta fase; venga, que lo estás haciendo muy bien, puedes hacerlo, sigue así, etc.

A medida que el cansancio va haciendo mella en el corredor (fase de sufrimiento), sería conveniente plantearse objetivos cortos que permitieran al corredor autorreforzarse más a menudo. Es decir, en vez de pensar si quedan 8 ó 10 kilómetros, plantearse objetivos kilómetro a kilómetro. Ej: a ver cuanto tiempo tardo en hacer este kilómetro, a ver si consigo hacer el mismo tiempo que el kilómetro anterior, etc.

En esta misma fase, cuando aparezcan pensamientos negativos (e.g., ya no puedo más, me duele todo, etc.), los corredores pueden darse automensajes positivos (e.g., has llegado hasta aquí, lo puedes hacer, etc.) y/ o usar estrategias atencionales disociativas, es decir, pensar en cosas que les distraigan como, por ejemplo, contarse una historia, imaginarse a si mismo en un sitio agradable, etc. No obstante, es importante no usar estas estrategias durante mucho tiempo ya que podemos darnos cuenta tarde de la existencia de calambres musculares o pájaras, no pudiendo hacerles frente, y por tanto, tener que abandonar la carrera.

En definitiva, los corredores de marathon son personas con un gran espíritu de lucha y esfuerzo, que deben superar las adversidades y dificultades que les van surgiendo en cada carrera a través del autoconocimiento y autorregulación de sus fuerzas y posibilidades.

20 de mayo de 2011

La Psicología deportiva en el tenis: Concentración.

Los aspectos psicológicos en el tenis son muy importantes. El afán de superación, el control del nerviosismo, una buena actitud en pista… son factores que permiten mejorar el rendimiento de un/a jugador/a de tenis. Pero si se tuviera que destacar un aspecto psicológico fundamental en este deporte sería la concentración.

Todos hemos visto por la tele cómo la grada se queda en silencio cuando un jugador saca; cómo los jugadores botan, una vez tras otra, la pelota antes de sacar; cómo el jugador que resta sólo mira a su rival; cómo en los descansos los jugadores hacen siempre las mismas rutinas…. Estas acciones favorecen que el jugador esté concentrado y, por tanto, esté en buena disposición para rendir.

Pero ¿qué es la concentración?.

La concentración es un tipo de atención que permite fijarnos en uno o dos estímulos relevantes, obviando el resto.

Cuando un/a jugador/a está nervioso/a, su grado de activación es muy alto (el S.N. autónomo segrega altas dosis de adrenalina al torrente sanguíneo), lo que provoca una mala focalización de la atención. Por ejemplo, estando atento a varias cosas (e.g., un grito desde la grada, miradas al entrenador,…), centrándose en aspectos irrelevantes en ese momento (e.g., errores cometidos, molestias físicas, pensamientos negativos, etc.), lo que perjudica considerablemente su juego.

Otro aspecto que influye en la concentración es el bajo control emocional. Ante las adversidades (e.g., distracciones, despistes, errores, bolas dudosas, etc.) algunos/as jugadores/as se enfadan y empiezan a protestar, gesticular, maldecir, tirar la raqueta,…. Esto hace que su atención se focalice en esas acciones (estímulos irrelevantes) en vez de en cómo tiene que realizar el siguiente punto (estímulo relevante) por lo que la probabilidad de cometer un error es muy alta.

Igualmente ocurre con la baja confianza en uno mismo. Los jugadores/as con un alto grado de exigencia, generado por ellos mismos o por su entorno (padres, entrenadores, etc.), no toleran los errores. Para ellos, cometer un fallo significa que “son malos jugadores”, que “no sirven para esto”, etc. Por tanto, cuando lo cometen, empiezan a pensar qué malo/a soy, esto no tenía que haber ocurrido, es un golpe sencillo, etc. quedándose clavado en el pasado (estímulo irrelevante) y no centrándose en el punto siguiente (estímulo relevante).

Por otro lado, también hay jugadores/as irregulares, que juegan “por rachas”. Esto suele ocurrir sobre todo, con los jugadores más jóvenes, ya que les cuesta más mantener la atención durante todo el partido.

La intervención en todos los casos pasa por tener en cuenta que pensamiento y comportamiento van unidos de la mano. La modificación de uno de ellos influye en el otro. Es decir, si conseguimos que un/a jugador/a que tiene mala actitud en pista (tira la raqueta, maldice, etc.) porque no tolera los errores, sustituya esas acciones por un grito, por ejemplo: “vamos”; conseguiremos, mediante el cambio comportamental, rebajar su enfado, mantener su grado de concentración y, por tanto, mejorar su rendimiento, lo que a su vez provocará que  tolere mejor los errores. Ya que ante un error, no se ha producido otro.


28 de abril de 2011

La ansiedad deportiva.

A menudo escuchamos en los medios de comunicación que tal o cual deportista está muy ansioso, está bloqueado o que le puede la presión. Al estar ansioso, su rendimiento disminuye, por lo que empieza a preocuparse (ej: ¿qué me pasa?, ¿por qué fallo tanto?), aumentando su ansiedad y, generando un círculo vicioso.

Pero ¿qué es realmente la ansiedad deportiva?. Y sobre todo, ¿cómo puede remediarse?.

La ansiedad es el grado máximo de activación de nuestro organismo y se asocia con el incremento de preocupaciones (anclarse en errores cometidos, tener expectativas de fracaso, etc.) y con sensaciones negativas.

El nivel de activación de las personas varía a lo largo de un continuo que va desde el sueño profundo a la excitación intensa. Cuando estamos dormidos, nuestra activación es baja, por lo que no podemos responder a cualquier estímulo (ej: mantener una conversación). A medida que nuestro sistema nervioso autónomo segrega adrenalina al torrente sanguíneo, nos vamos activando (aumenta la frecuencia cardíaca, la respiración, la tensión muscular, etc.) y, por tanto, nuestra capacidad de respuesta aumenta, por ejemplo, defender un contraataque. El problema viene cuando, ante una situación determinada, nuestro sistema nervioso autónomo sigue segregando más adrenalina de la necesaria, generando un grado de activación tan alto que bloquea la capacidad de respuesta. El rendimiento baja y empiezan las preocupaciones, por tanto, se incrementa el grado de activación.

De acuerdo con Lander y Broutcher (1986), el grado de activación y la capacidad de respuesta o rendimiento de una persona se relacionan en forma de “U” invertida. A niveles bajos de activación, el rendimiento es bajo. A medida que aumenta la activación del deportista, lo hace también el rendimiento, hasta llegar a un punto óptimo de nivel máximo de ejecución. Si se sigue incrementando el nivel de activación, el rendimiento disminuirá.

Pero, ¿cuál es el grado óptimo de activación para tener un máximo rendimiento deportivo?. Depende de los siguientes factores:

En primer lugar, cada actividad requiere unos niveles de activación diferentes. Por ejemplo, cuando un jugador de tenis está al resto o cuando un jugador de fútbol o baloncesto está defendiendo necesitan estar alerta para poder reaccionar rápido; es decir, su nivel de activación debe ser alto. En cambio, en el saque de tenis, o al lanzar un tiro libre, los jugadores necesitan mayor precisión en la ejecución, por tanto, tienen que tener un grado de activación menor. En definitiva, es importante que los deportistas conozcan su deporte y sepan en regular su grado de activación según la tarea a realizar para que su rendimiento sea óptimo.

En segundo lugar, las personas diferimos unas de otras. Hay personas que requieren un alto grado de activación para rendir al máximo y, en cambio, otras personas pueden rendir de igual manera con menor grado de activación. Por este motivo, es necesario que cada deportista identifique cual es su grado óptimo de activación; anotando en un registro su nivel de activación (en una escala de 0 a 10) y su rendimiento (escala de bajo, medio y alto rendimiento), analizando qué grado de activación se relaciona con un rendimiento alto.

En tercer lugar, hay características personales y de la tarea que generan ansiedad y es importante conocerlas.
Con respecto a las características de la tarea cabe destacar:
  • Importancia del evento: A mayor importancia mayor es el grado de ansiedad. Cuando se juega una final o una eliminatoria, el grado de ansiedad en los deportistas aumenta. También puede ser importante una jugada dentro de un partido, ya que puede decantar el resultado a favor o en contra. Ej: tanda de penalties,…
  • Incertidumbre: A mayor grado de incertidumbre mayor es el nivel de ansiedad. Cuando los partidos o la competición está muy igualada, se desconoce quien va a conseguir la victoria por lo que el grado de ansiedad aumenta.
  • Escasez de tiempo: Afecta a aquellos deportes cuya duración está determinada. Por ejemplo: balonmano, fútbol, baloncesto, etc. Cuando queda poco tiempo para el final, empiezan las prisas, las decisiones precipitadas; en definitiva, aumenta la ansiedad.
  • Cambios en la rutina: Somos animales de costumbres. Desde pequeños aprendemos a realizar una serie de hábitos que si nos lo modifican nos trastoca. Para los deportistas, las rutinas son muy importantes, favorece que se vayan metiendo en competición, por lo que las variaciones en alguna de ellas les genera ansiedad.
Características personales del deportista:
  •      Nivel de ansiedad rasgo: Se refiere a la predisposición de una persona a considerar la competición, partido y la evaluación social como más o menos amenazadora. Hay deportistas que se preocupan en exceso por qué dirán los demás de su actuación, por los resultados…, por lo que tienden a tener un grado de ansiedad más alto que otros.
  •       Autoestima: Hace referencia a la valoración que hacemos sobre nosotros mismos. Un deportista con baja autoestima es aquel que se valora negativamente, considera que no tiene los recursos necesarios para afrontar una situación; por tanto, su grado de ansiedad aumentará.
 La ansiedad deportiva se produce por la interacción entre factores propios del deportista y de la tarea. Imaginemos que somos un jugador de baloncesto y que nuestro porcentaje de acierto en tiros libres es del 87%. Esta tarea requiere un grado de activación bajo. Estamos en la final a cuatro de la Liga Europea (evento importante), quedan segundos (escasez de tiempo) y el partido está igualado (incertidumbre), nos hacen falta personal y tenemos que lanzar 2 tiros libres. Esta situación nos genera un alto grado de activación. Si además, empezamos a pensar en los tiros errados anteriormente, en las consecuencias de fallar, etc., nuestro grado de ansiedad todavía será mayor. La probabilidad de acertar los tiros en esta situación será baja sino se controla la ansiedad.

Pero ¿qué puede hacer un deportista para que eso no ocurra, para regular el grado de activación?.

Existen varias estrategias para reducir la ansiedad (técnicas de relajación, parada de pensamiento, autoinstrucciones, etc.). La elección de unas u otras dependen de qué es lo que causa la ansiedad. Si es debido a la alteración de patrones fisiológicos, lo mejor es utilizar técnicas de relajación y de visualización. Si se debe a factores cognitivos, a interpretaciones erróneas, será más conveniente usar técnicas de reestructuración cognitiva, solución de problemas, parada de pensamiento o autoinstrucciones.

El aprendizaje de estas técnicas requiere un entrenamiento constante y continuo, comenzando por situaciones controladas para, posteriormente ir usándolas en situaciones de competición.