EAR psicólogos

18 de septiembre de 2015

Emociones negativas en el deporte: ¿pueden ser beneficiosas?: España- Francia de baloncesto.

Foto sacada de https://twitter.com/baloncestofeb
Han pasado ya algunas horas desde la victoria de España frente a Francia en la semifinal del Eurobasket 2015, y todavía me embarga un estado de alegría y satisfacción enorme. Partidos como los de ayer hacen que todo un país se vuelque con este deporte de la canasta, que personalmente me resulta tan apasionante. En los medios de comunicación y entre los aficionados españoles se resaltaba el sentimiento de revancha por derrotas pasadas, algunas bastante hirientes (recordemos la eliminación de nuestra selección en el Mundial disputado el año pasado en casa). Y, que mejor escenario para poder resarcirse de esa herida que eliminarles a domicilio.

Pero, ¿realmente estas cuestiones pueden influir en el rendimiento de los deportistas?
En mi opinión sí. Cada campeonato, cada partido, incluso cada jugada se ven influidos por la historia pasada. Así, cuando afrontamos una situación que es similar a otra del pasado, tendemos a revivir las sensaciones y emociones sentidas en ese momento. De tal manera que si jugamos contra un equipo que en el pasado le hemos ganado con facilidad, reexperimentamos las emociones positivas vividas, favoreciendo que vengan a nuestra mente pensamientos positivos y en consecuencia, nuestro grado de confianza aumente. De la misma forma, podríamos pensar que al jugar contra un equipo que en el pasado nos ha ganado, las emociones negativas revividas favorecerían la aparición de pensamientos negativos, pero esto no siempre es así. Y es que, para saber cómo afectan las emociones a los pensamientos es necesario saber cómo se generan.

¿Por qué sentimos las emociones que sentimos?
Según las Teorías del Appraisal, las emociones surgen de la evaluación que realizamos del entorno en el que nos encontramos, y en función de la misma, tendemos a actuar de una manera u otra. Las investigaciones realizadas al respecto tratan de identificar los factores o criterios que se tienen en cuenta para realizar esa evaluación que da origen a las diferentes emociones. Smith y Ellsworth (1985) identificaron las 6 dimensiones cognitivas que, según Lerner y Keltner (2000) mejor definen los patrones de valoración subyacentes a las diferentes emociones: a) Agradabilidad: se refiere a la valencia positiva o negativa de la emoción que genera la situación; b) Certeza: grado de seguridad de que se produzca la situación; c) Control sobre la situación: grado en que las personas sienten que la situación está bajo su control, el de otros o el de las circunstancias; d) Atención: grado en el que las personas están motivadas a centrar su atención en la situación; e) Esfuerzo anticipado: en qué medida las personas consideran que tienen que esforzarse en esa situación y f) Responsabilidad de uno/otros: grado en el que consideran que la situación es debida a otros o a ellos mismos.

Cada emoción puede ser definida por las dimensiones centrales que caracterizan su significado central (Smith y Ellsworth, 1985). Por ejemplo, las dimensiones certeza, control de la situación y responsabilidad son centrales para distinguir el enfado de otras emociones negativas. De tal manera que se siente enfado cuando la persona considera que la situación negativa está bajo su control, es responsabilidad de otros y tiene certeza sobre lo que pasa. Sentiría culpa si la persona considera que él/ella es el responsable de esa situación negativa. Y sentiría miedo si considerara que la situación negativa no está bajo su control y no tiene certeza de lo que ocurre.

Teniendo en cuenta esto, ¿qué creéis que sintieron el año pasado los jugadores de la selección española después de perder en casa contra Francia? ¿Rememorar esas emociones pudo beneficiarles en el partido de ayer?

Según Lerner y Keltner (Teoría de la Tendencia de valoración, 2000; 2001) las valoraciones asociadas a cada emoción activan una predisposición cognitiva llamada “tendencia de valoración”, que lleva a los individuos a evaluar un evento posterior de manera consistente con las apreciaciones fundamentales que caracterizan la emoción. De tal manera que al revivir ciertas emociones, la evaluación de eventos futuros se ven influidas por las valoraciones asociadas a esas emociones revividas. Pongamos el partido de ayer como ejemplo para clarificarlo. Imaginemos que los jugadores del equipo español sintieran el año pasado enfado y culpa por la derrota ante Francia y que, al volver a enfrentarse a ellos este año, re-experimentaran esas emociones. De acuerdo con esta teoría, las valoraciones asociadas a esas emociones (alto control y certeza de la situación) influirían en la forma de afrontar el nuevo enfrentamiento, de tal manera que los jugadores sentirían más confianza en sus posibilidades que si hubieran re-experimentado miedo (ej: porque consideraran que las derrotas anteriores fueron debidas a cosas incontrolables como arbitrajes o superioridad del rival, etc.). De acuerdo con esto, las emociones negativas no siempre perjudican el rendimiento, por lo que es conveniente ser más precisos a la hora de identificar las emociones de nuestros deportistas para conocer su efecto sobre el rendimiento futuro. En ese sentido, hay que señalar que no hemos tenido en cuenta el componente motivacional de las mismas que también es muy relevante, así, por ejemplo, la culpa nos impulsa a reparar el daño que hayamos podido causar; pero esto será motivo de otro post.