La motivación es el motor que nos mueve y dirige a realizar acciones. Un deportista motivado es aquel que se plantea un objetivo y se esfuerza en conseguirlo (e.g., uno quiere ser el mejor en la clasificación, otro quiere tener más presencia en competición, etc.).
Estos objetivos pueden ser de resultado (e.g., ser el número uno en la clasificación) o a la ejecución (e.g., mejorar un aspecto técnico, la condición física, etc.). Cuando un deportista se plantea un objetivo de resultado no tiene control total sobre ello. Su actuación puede ser muy buena pero la del rival mejor y, por tanto, no conseguir la victoria. El deportista se ha esforzado por conseguir ese objetivo y no lo ha conseguido. La razón: no controlaba todos los aspectos (hay otros deportistas que lo han hecho mejor). Esta situación no sólo no motiva, sino que puede disminuir la ya existente.
Por el contrario, es conveniente que los deportistas se planteen objetivos de ejecución ya que éstos dependen de su voluntad. Tienen control sobre ellos y por tanto, pueden conseguirlos a través del esfuerzo y el trabajo. Y cuanto mejor sea la ejecución más probabilidades habrá de obtener resultados.
Estos aspectos motivacionales son muy importantes sobre todo en formación base. En esta etapa, los padres juegan un papel muy relevante en el desarrollo motivacional del deportista, de los objetivos que se marque.
A través de sus comportamientos y actitudes, la motivación de sus hijos deportistas puede aumentar o disminuir.
Los padres que no acuden a ver los partidos de sus hijos, no les preguntan qué tal han jugado, o aquellos padres que sólo se centran en los resultados del equipo o del propio jugador, no sólo no potencian la motivación hacia el deporte de sus hijos sino que la disminuyen.
En el 1er caso, el desinterés de los padres contagia a los hijos, mostrándose cada vez más perezosos para acudir a entrenamientos y partidos. En otras palabras, favoreciendo el abandono de la práctica deportiva.
En el 2º caso, la presión por los resultados puede hacer que los jugadores ya no sientan diversión por jugar, lo importante es la victoria, haciendo que, poco a poco, pierda interés e igualmente abandone.
Este abandono prematuro de la práctica deportiva les permite tener más tiempo libre que, en muchas ocasiones, es ocupado con actividades menos saludables.
En cambio, asistir a los partidos, interesarse y preguntarles qué tal lo han hecho, felicitarles cuando han realizado una buena acción, animarles cuando las cosas no salen bien.... son acciones que si los padres las realizan pueden favorecer e incrementar la motivación por el deporte. Incrementando, de esta manera, la probabilidad de continuar con la práctica deportiva.
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