EAR psicólogos

12 de marzo de 2012

Qué pasa cuando un deportista se lesiona.

Las últimas noticias sobre las lesiones de Ricky, Calderón, Pere Tomás, etc. me hace pensar en qué puede hacer la psicología para contribuir a la recuperación de las lesiones. Para ello, es necesario tener en cuenta qué variables pueden afectar a la misma.

En primer lugar hay que tener en cuenta el grado de la lesión, ya que en función de ella, el deportista puede verse obligado a retirarse de las pistas de competición por un período más o menos largo de tiempo, e incluso puede provocar el abandono definitivo de su carrera deportiva. A medida que la lesión sea más incapacitante más necesario será trabajar las estrategias mentales del deportista.


Según Heil (1993) las lesiones tienen 5 niveles de gravedad:
  • Lesiones leves: aquellas que requieren atención o tratamiento pero sin interrumpir la actividad de los deportistas (e.g., los jugadores pueden seguir practicando al tiempo que deben acudir a sesiones específicas de fisioterapia, preparación física, etc.).
  • Lesiones moderadas: requieren tratamiento y limitan la participación de los jugadores en sus actividades (e.g., mientras siguen el tratamiento, los jugadores deben entrenar menos días, abstenerse de realizar determinados movimientos, etc.).
  • Lesiones graves: implican una interrupción prolongada de la actividad, a menudo con intervenciones quirúrgicas.
  • Lesiones graves que provocan un deterioro crónico: impiden a los jugadores recuperar su nivel de rendimiento o funcionamiento previos y, por tanto, les obligan a modificar su forma de practicar deporte, siendo a veces necesario el cambio de actividad e imprescindible, casi siempre, el trabajo de rehabilitación permanente para fortalecer la recuperación y prevenir un empeoramiento.
  • Lesiones graves que provocan una incapacitación permanente: impiden a los jugadores volver a practicar deporte, con el consiguiente impacto que ello conlleva y la necesidad de realizar reajustes drásticos en su forma de vida.

En segundo lugar, habría que tener en cuenta el historial de lesiones. Hay jugadores que no han sufrido muchas lesiones a lo largo de su carrera deportiva y en cambio, otros las han padecido continuamente. A medida que un deportista sufre más lesiones, se va generando en él una sensación de indefensión aprendida (Miller y Seligman, 1975), es decir, haga lo que haga, me lesiono. Este sentimiento puede afectar muy negativamente en la recuperación, ya que el deportista no cree tener ningún control sobre su cuerpo y sus lesiones.

En tercer lugar, habría que destacar la personalidad del deportista y más concretamente, cómo afronta las situaciones estresantes. ¿Por qué? Parece claro que una lesión grave es percibida por cualquier deportista como un evento de vida traumático, en cambio, mientras unos son capaces de adaptarse a esa situación y afrontarla, otros se hunden. 

Pero, ¿cómo vive un deportista una lesión?.

En un primer momento, el deportista experimentará todo tipo de sentimientos y pensamientos negativos, incluso negará que la situación (e.g., esto es un sueño, no me ha podido pasar a mí). En este momento, es importante señalarle al deportista que es normal sentirse así y es esencial para el proceso de rehabilitación (Williams y Roepke, 1993).

Después, el deportista empezará a dar vueltas a la lesión (¿qué ha pasado?, ¿por qué  a mí?, ¿qué consecuencias tienen?). Es decir, tendrá pensamientos, creencias y expectativas sobre la lesión y sus consecuencias. Esto le generará una serie de emociones como miedo, enfado, etc. Aspectos que influirán en cómo se comporta y actúa durante el proceso de recuperación.

Posteriormente, empezará a pensar en cómo superar la lesión, en qué si hace tal o cual cosa podrá recuperarse. En definitiva, empezará a negociar consigo mismo (e.g., si voy todos los días al fisio, si me esfuerzo y trabajo duro podré recuperarme antes…). Es decir, se plantea una serie de acuerdos que no siempre son viables, ya que intenta buscar soluciones rápidas a una situación que posiblemente requiera más paciencia. Esto puede generar una respuesta de estrés en el deportista, ya que intenta adaptarse a la nueva situación pero no puede, por lo que comienza a sufrir síntomas de ansiedad, irascibilidad, cansancio….

Cuando va pasando el tiempo, y el deportista comprueba que sus esfuerzos no tienen la respuesta esperada empieza a desanimarse, y por tanto, trabaja con menos intensidad lo que a su vez influye negativamente en la recuperación de la lesión.


Y ¿cómo facilitar el proceso de recuperación de la lesión?.

Para que no ocurra lo anterior es conveniente enseñar al deportista antes de comenzar la rehabilitación (o al mismo tiempo) habilidades relacionadas con el manejo de emociones, cambios en las autoverbalizaciones negativas y en las creencias de culpa, manejo del estrés y técnicas de imaginación que faciliten el proceso de recuperación. De hecho, varios estudios (Wiese, Weiss y Yukelson, 1991; Ievleva y Orlick, 1991) han puesto de manifiesto que el establecimiento de objetivos realistas, las  técnicas para mejorar el estado de ánimo como la producción de autoverbalizaciones positivas y las técnicas en imaginación favorecen la recuperación de las lesiones.
  • Establecimiento de objetivos realistas: Si bien los objetivos serán establecidos fundamentalmente por el equipo médico, es positivo que los deportistas se impliquen activamente en su formulación. De esta forma, tendrán una mayor responsabilidad sobre el proceso rehabilitador lo que favorece el sentimiento de control de la situación, la motivación, la persistencia y la confianza.
  • Técnicas cognitivas: como hemos visto antes los pensamientos, las emociones y los comportamientos están interrelacionados. Por tanto, para que la actuación del deportista durante el proceso de recuperación sea lo mejor posible ha de sentirse bien, confiado en el trabajo que está realizando y centrado en la recuperación. Para ello, es conveniente mediante distintas técnicas cognitivas conseguir cambiar las autoverbalizaciones negativas por autoverbalizaciones positivas. De tal manera que sus pensamientos y emociones le guíen de forma positiva a la recuperación, favoreciendo además su motivación y confianza.
  • Técnicas de relajación: Éstas son de gran utilidad para reducir el estrés y la ansiedad.
  • Técnicas de imaginación: Cuando un deportista ejecuta un movimiento deportivo, el cerebro envía impulsos nerviosos a los músculos, para que se lleven a cabo dichos movimientos. E igualmente, cuando el deportista imagina el movimiento, sin ponerlo en práctica, se producen impulsos similares en el cerebro y en los músculos correspondientes. Existe amplia evidencia científica que demuestra que el hecho de imaginar un determinado evento, genera en nuestros músculos una inervación similar a la que produciría el movimiento real. Esto sugiere que si durante la lesión deportiva se realiza entrenamiento en imaginería, se puede mejorar la actividad que el deportista es incapaz de realizar físicamente. Además, la exposición continuada incrementa la familiaridad con la actividad y esto puede ayudar a aliviar la ansiedad y la desconfianza.

En conclusión, para que la recuperación de la lesión sea real se ha de trabajar no sólo en el aspecto físico sino también en el psicológico, favoreciendo que el deportista tenga sentimientos de control de la situación, sea consciente de sus logros y pueda regular y controlar las emociones y pensamientos que puedan perturbar su progresión.



1 comentario:

  1. Me gustaría saber que repercusiones puede tener un deportista profesional cuando una lesión le obliga a retirarse definitivamente.

    El artículo me ha parecido muy interesante,ya que también se puede aplicar a la vida de una persona que no es deportista y que por circunstancias sufre alguna "lesión" que le impide realizar su rutina.

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