Continuamente se habla de la importancia
de las emociones en el trabajo, en las relaciones sociales, en la vida familiar,
a la hora de consumir, etc. Igualmente en el deporte, las emociones juegan un
papel muy relevante, ya que pueden mejorar o perjudicar el rendimiento del
deportista.
Tradicionalmente, todo lo
relacionado con lo afectivo se ha dejado de lado ya que se consideraba que era
un rasgo de debilidad y que entorpecía la ejecución. Recientemente, la investigación
realizada sobre afecto y emociones ha puesto de manifiesto que no sólo no hay que
apartarlo sino que además es conveniente gestionarlo y manejarlo para conseguir
sus beneficios. De hecho, se ha encontrado que el afecto influye en distintos
procesos cognitivos como son la atención, la memoria, la toma de decisiones así
como en el procesamiento de la información. Así, las emociones negativas
favorecen un procesamiento más sistemático y detallado, que requiere mayor
esfuerzo cognitivo. Por el contrario, las emociones positivas tienden a
promover un modo de procesamiento más esquemático, superficial y rápido, basado
en la utilización de “heurísticos”.
No obstante, los efectos de la
emoción sobre los procesos cognitivos son complejos y dependen de múltiples
factores, relacionados tanto con la intensidad y la naturaleza de la emoción
como con las características de la tarea.
Pero, ¿cómo influyen las
emociones en el deportista?.
En función de la modalidad
deportiva o incluso de la tarea concreta que esté realizando el deportista, se
ponen en marcha diferentes procesos cognitivos, por lo que la influencia del
afecto sobre el rendimiento dependerá de cómo afecte a estos procesos cognitivos.
Los procesos cognitivos que
tienen más influencia en deportes de carácter abierto como son los deportes de
equipo son: atención, percepción, memoria y toma de decisiones.
La atención se ve influida por el
estado afectivo del deportista. Así, por ejemplo, se ha encontrado que los
niveles altos de ansiedad favorecen un modo de procesamiento caracterizado por
una acentuada vigilancia hacia estímulos de contenido amenazante. Por tanto, si un jugador de baloncesto tiene un alto
grado de ansiedad y el partido está en su recta final y con marcador igualado,
posiblemente esté atendiendo en mayor medida al poco tiempo que a jugar, por lo
que su rendimiento disminuirá. Igualmente un jugador que acaba de salir de una
lesión grave y tiene miedo a recaer, tiende a centrarse más en la zona que
estaba lesionada que en jugar.
Igualmente, el estado emocional
del deportista afecta en la interpretación de las situaciones, es decir, en
cómo percibe las situaciones, especialmente, las futuras y las ambiguas.
En general, los deportistas con
estados emocionales positivos tienden a considerar que la probabilidad de
hechos futuros positivos (e.g., victoria
en la próxima competición) es mayor que la de hechos futuros negativos
(e.g., derrota en la próxima competición).
En cambio, los deportistas con estados emocionales negativos tienden a atribuir
una mayor probabilidad a los hechos futuros negativos o desfavorables. Esto tiene
consecuencias importantes ya que la emoción en este caso puede guiar nuestra
motivación. Así, el deportista que cree que puede conseguir buenos resultados en
la próxima competición, se esforzará en mayor medida que el deportista que cree
que no los va a obtener.
De forma similar, la
interpretación que hace el deportista de situaciones y estímulos ambiguos tiende
a ser coherente con el estado emocional que tiene en cada momento. Así, la
situación tiende a interpretarse de forma negativa cuando el estado emocional
del deportista es negativo que cuando es positivo. Por ejemplo, cuando el deportista tiene un estado
emocional negativo porque su equipo va perdiendo tiende a percibir los errores
de los árbitros como más perniciosos, a propósito, etc. que cuando está en un
estado emocional positivo; una falta es interpretada como malintencionada en
mayor medida cuando se está en un estado emocional negativo que cuando se está
en un estado afectivo positivo.
Por otra parte, el estado
afectivo del deportista también afecta a la imagen que tiene de sí mismo. Un
deportista con un estado afectivo negativo tiende a interpretar sus
características de forma más negativa que un deportista con estado afectivo
positivo. Por ejemplo, después de una
derrota, los deportistas suelen ser bastante críticos con su actuación. Si
bien es normal que en un momento de bajón, uno se autoevalúe de forma negativa;
esto resulta muy pernicioso si se mantiene en el tiempo ya que afecta a la
autoestima de la persona (i.e., valoración global que hace una persona de sí
misma).
Con respecto a la influencia del
afecto en la memoria, hay que señalar que normalmente se suele recordar en
mayor medida aquellos acontecimientos que son coherentes con nuestro estado
afectivo. Así, el deportista que tiene un estado afectivo negativo tiende a recordar
sus malas actuaciones, incluso recreándose en ellas; en cambio, el deportista
con un estado afectivo positivo tiende a recordar aquellas buenas actuaciones consistentes
con su afecto.
En cuanto a la influencia de las
emociones en la toma de decisiones hay que comentar varias cuestiones. Por un
lado, los estados afectivos positivos suponen un procesamiento de la información
más heurístico, más esquemáticos; en cambio, los estados afectivos negativos suponen
un procesamiento de la información más detallado. Así, si un jugador tiene un
estado afectivo positivo tenderá a decidir rápido y lanzar a canasta; en cambio, un jugador con un
estado afectivo negativo puede pensárselo dos veces y al lanzar más tarde, da tiempo
a que llegue el defensor.
Por otra parte, el estado
afectivo puede alterar la valoración de las consecuencias de hacer una elección.
Las personas con estado afectivo positivo tienden a ser más arriesgados que las
personas con estado afectivo negativo, pero cuando el riesgo es leve o
imaginario. Por ejemplo, cuando el
marcador de nuestro partido de baloncesto está a favor, el jugador tiende a
hacer jugadas más espectaculares y arriesgadas ya que su estado afectivo es más
positivo que cuando el marcador está en contra.
En cambio, cuando el riesgo es
real y lo que se arriesga es importante, los estados afectivos positivos llevan
a una mayor evitación del riesgo. Esto puede deberse a que el deportista con
estado afectivo positivo está motivado para mantenerse en ese estado. Pasar de
un estado afectivo positivo a otro negativo inducido por las consecuencias
desfavorables de una decisión arriesgada supone, en este sentido, una pérdida
mayor que si el punto de partido es un estado afectivo neutro.
Por último, las emociones de alta
activación (e.g.., enfado, ira, euforia, etc.) tienden a favorecer la
impulsividad, impidiendo la valoración de las consecuencias de nuestro actos y haciéndonos
perder el control. Por ejemplo, una
discusión o pelea por un choque entre jugadores. Una forma de evitar estas
situaciones desagradables es favorecer la enseñanza de habilidades de
autocontrol.
excelente pero necesito el autor/a por favor.
ResponderEliminarGracias por tu comentario. Todos los artículos son elaborados por EAR psicólogos.
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ResponderEliminarEN LAS TOMAS DE DECISIONES QUE IMPACTAN EN LOS ACTOS MOTORES DEPORTIVOS, QUÉ PREVALENCIAS TIENEN SUS COMPONENTES EMOCIONALES, COGNITIVOS, SOCIALES Y ORGÁNICOS ?.
LUGAR D E CREACIÓN DEL ARTICULO
ResponderEliminarBuenas noches, un articulo excelente, pero necesito las referencias de donde sacaron la información que valida la información, gracias.
ResponderEliminarpero si una persona sabe controlar sus emociones y no las demuestra que podría pasar
ResponderEliminarExactamente a qué te refieres con no demostrarlas?? si es a expresarlas, es difícil gestionar adecuadamente las emociones sin expresarlas al exterior. A veces confundimos control con represión, es decir, inhibirlas y esto no se puede mantener en el tiempo sin que nuestro organismo y/o decisiones se vean afectadas por ellas.
Eliminarautores que sustenten lo mencionado
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