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Foto sacada de www.elpais.com |
Recientemente hemos vivido un batacazo importante en
el mundo del baloncesto, la derrota en cuartos de final de España (nuestra ÑBA)
frente a Francia ha abierto muchos debates y cuestiones sobre la manera de
proceder del equipo y del ya ex seleccionador nacional. Si bien la mayoría se
ha centrado en la ausencia de formación y/o experiencia técnico-táctica,
aspectos que se escapan a este blog, no se ha hecho especial mención a un dato
que creo que también ha sido muy importante: la gestión de las emociones, tanto
propias (del equipo técnico) como del grupo (los jugadores).
De forma similar, cuando una persona tiene unas determinadas
expectativas sobre un evento, y éstas no se cumplen se generan respuestas
emocionales. En primer lugar, sorpresa (recordemos
la cara de Orenga desde el comienzo del partido), ya que lo que se esperaba
que ocurriera no se estaba produciendo. Después, se empieza a hacer una
valoración cognitiva de por qué está pasando eso (ej: si es relevante para
cumplir el objetivo planteado, quien es el responsable, qué consecuencias
tiene, etc.) y en función de ésta, se sentirá miedo, tristeza, enfado, culpa,
etc. Cuando una persona empieza a pensar en lo que está perdiendo, en las
consecuencias que puede conllevar que no se cumplan las expectativas, siente
miedo y el miedo tiene dos posibles conductas: huir o paralizarse. Y en ese
partido, hubo parálisis en el equipo técnico, se bloquearon y su respuesta ante
la rotura de expectativas fue no hacer nada (o por lo menos eso es lo que se vivió desde fuera).
Pero hubo más emociones puestas en juego....