En
muchas tertulias y conversaciones con amigos, familiares… suele salir el tema
de la prepotencia y altanería de algunos deportistas. Si bien muchas personas
conocidas y no conocidas, famosas y no famosas tienen estas características, parece
que nos incomoda en mayor medida que ocurra con deportistas que, en muchos
casos, admiramos.
¿Por
qué? Pues porque consideramos que el deportista, por el mero hecho de practicar
deporte, está impregnado de los valores que se asocian a esta actividad:
humildad, honestidad, generosidad, etc. Nos dejamos llevar por un sesgo
cognitivo denominado efecto halo, que consiste en que a
partir de una sola característica (en este caso, positiva) valoramos el resto.
De tal forma que si sabemos que una persona practica deporte, asumimos que además,
tiene hábitos saludables, valores adecuados, etc. y esto, no siempre ocurre. Así,
nos encontramos con deportistas que se dopan, se drogan, tienen problemas con el
fisco,….
Estos
casos nos abren los ojos y nos muestran que los valores, al igual que los
conocimientos y habilidades, han de transmitirse de forma consciente y
adecuada, y no dejarlos a la suerte. Es en este punto, donde el entorno cercano
al deportista (entrenadores, compañeros y familiares) adquiere un papel
fundamental ya que, en función de sus actuaciones, el deportista adquirirá unos
valores adecuados o inadecuados.
Piensa
por un momento que tienes 19 años y que has conseguido un éxito deportivo importante.
A partir de ahí, empiezas a firmar contratos publicitarios relevantes, la afición
te para por la calle para pedirte autógrafos y hacerse fotos contigo, tienes
miles de seguidores en las redes sociales, te hacen entrevistas en televisiones
y radios, asistes a eventos de gran relevancia social... Todo el mundo habla
maravillas de ti: eres de otra dimensión, estás haciendo historia, etc. ¿Qué
pensarías? ¿Creerías que eres el/la mejor?
Las
respuestas a estas cuestiones dependerán de lo que piense el entorno de ese
deportista. Si entrenadores y familiares se dejan llevar por las consecuencias
positivas del éxito, es decir, por los refuerzos materiales y sociales (todos
extrínsecos a la práctica deportiva), el joven deportista también lo hará. En
cambio, si entrenadores y familiares valoran lo conseguido, pero enseñan al
deportista que esas consecuencias son efímeras (e.g., como en el anuncio: no es
lo que tengo, es lo que soy) y que lo importante es el trabajo, el esfuerzo y la
satisfacción personal, el joven deportista se centrará en los aspectos
intrínsecos del deporte. Y es que, las creencias, expectativas y valores están
influidas por las personas que nos rodean, especialmente, por aquellas que son
personalmente relevantes para nosotros. En el caso de los deportistas, suelen
ser principalmente, entrenadores y familiares.
Por tanto,
si queremos que nuestros jóvenes deportistas se adapten adecuadamente a este
tipo de situaciones es necesaria la formación o asesoramiento a su entorno, ya
que si bien todos sabemos lo que está bien o mal, no está tan claro que seamos
conscientes de lo que transmitimos y cómo lo transmitimos. De hecho, si
preguntamos a cualquier entrenador o padre/madre por lo que es importante en
las etapas formativas del deporte, TODOS unánimemente te dirán que DIVERTIRSE;
en cambio, sus actitudes y comportamientos no muestran ese mensaje. Al
contrario, en la mayoría de ocasiones, sólo persiguen un objetivo: la VICTORIA.
En
este contexto, se hace imprescindible la figura del psicólogo deportivo, cuyas
funciones, entre otras, serán las de favorecer la toma de conciencia de las
propias actuaciones de padres y entrenadores, mejorar su autocontrol y fomentar
el cambio de actitudes y comportamientos inadecuados, logrando de esta forma
que el entorno sea el adecuado para el desarrollo deportivo y personal del
joven deportista. Si quieres más información, envía un email a info@earpsicologos.com
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