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Foto sacada de www.mindalia.com |
Cuando
vemos las victorias de Mireia Belmonte, Carolina Marín, Rafa Nadal o cualquier
otro deportista exitoso nos genera cierta envidia incluso llegando a fantasear
en querer ser ellos. No obstante, cuando te adentras en su día a día y conoces las
horas de entrenamiento que realizan, las dietas que tienen que mantener, las
grandes ausencias fuera de casa, en definitiva, los sacrificios, se te quitan
las ganas de convertirte en ellos. Y es que a todos nos gusta destacar en algo
pero nos cuesta más esforzarnos en conseguirlo.
En
mi opinión, este es uno de los aspectos más cruciales en el deporte base actual.
Los chicos y chicas quieren emular a sus ídolos deportivos: ser igual de
buenos, llevar el mismo peinado, tener los mismos coches…. Pero cuando ven que
detrás de eso hay mucho esfuerzo y trabajo, no todos están motivados para
hacerlo. De hecho, ¿cuántos chicos y chicas, al comenzar la adolescencia
empiezan a plantearse dejar su carrera deportiva en favor de quedar más con sus
amigos?
En
este sentido, es importante que desde pequeños se transmitan expectativas
realistas: no todas las jóvenes promesas llegan a ser grandes profesionales del
deporte. Para ello, es necesario que, como hablamos en artículos anteriores, el
entorno más cercano del joven deportista sea realista. Entrenadores, directores
deportivos… tienen que ser prudentes a la hora de hablar con los padres y con
los propios deportistas ya que luego llegan las frustraciones y los desengaños.
Así ¿cuántos padres y madres, después de haber invertido tiempo, dinero y
esfuerzo en la carrera deportiva de sus hijos empiezan a desesperarse porque no
llegan los resultados?
Las
expectativas realistas son fundamentales. Pero ¿qué son las expectativas?