Y es que, en función de lo que pensamos,
actuamos. Nuestro pensamiento guía nuestra conducta. Cuando los deportistas
toman conciencia de esto, tienen más posibilidades de mejorar su rendimiento.
¿Por qué? Porque toman el control de sí mismos. Sus actuaciones ya no son fruto
de la mala o buena suerte, de estar en racha o no, depende de ellos mismos.
Un ejemplo claro de esto, se pudo
ver en una de las patinadoras que compitió este pasado fin de semana en el Trophee Bompard. En una de las piruetas, la patinadora cometió un
error y ésta centró su pensamiento en él, de tal manera que al hacer una
pirueta similar volvió a fallar. Fueron
unos segundos en donde la patinadora no controló su diálogo interior, dejó que
su atención se centrara en el error pasado, no en seguir adelante y eso produjo
más errores.
Pero ¿qué características
ha de tener el lenguaje interior del deportista?.
En primer lugar,
ha de tener una finalidad, un objetivo claro. El diálogo interior ha de tener
una meta, saber para qué lo hacemos. Por ejemplo, salir concentrado al partido.
En segundo
lugar, ha de servirnos para guiarnos hasta el objetivo marcado, por tanto, ha
de estructurar los pasos que debemos dar para conseguirlo. Por ejemplo, sé que para concentrarme me ayuda escuchar música
antes del partido y hacer un buen calentamiento, así que me llevaré los cascos,
luego….
A medida que
vayamos realizando esos pasos, ha de ir guiándonos hasta el siguiente, independientemente
de cómo lo estemos haciendo. Por tanto, los auto-mensajes han de dirigirse
hacia el futuro y no al pasado.
En tercer lugar,
anticipar posibles problemas y posibles soluciones. Al analizar una actuación
siempre surgen errores cometidos, por lo que es bueno analizar porqué se ha
producido y cómo se podría evitar o solventar, de tal manera que pueda evitarse
en un futuro. Por ejemplo, antes de los
partidos no me gusta hablar con los compañeros porque me descentro. Para evitarlos
intentaré ponerme sólo en el autobús, con los cascos. Si empiezan a darme
conversación, intentaré cortarla y si no es posible decirles que prefieres
escuchar música antes de los partidos, que luego habláis todo lo que queráis.
En cuarto lugar,
los automensajes SIEMPRE han de ser positivos. Las frases han de ser
afirmativas, centradas en aquello que se quiere conseguir y no en lo que se
pretende evitar. Ej: voy a meter el
máximo número de saques en vez de no puedo cometer dobles faltas.
En quinto lugar,
los automensajes han de guiarnos, no obligarnos. En el momento en el que a
través del pensamiento nos planteamos una obligación, ej: tengo que hacerlo bien, aumenta nuestra presión, es decir, el
miedo a no conseguirlo. Lo que hace que nuestra atención se centra en lo que
ocurre si lo hacemos mal. Para que esto no suceda, los mensajes han de suponer una
orientación de qué vamos a hacer, del camino a seguir, libre de presiones, sin
pensar si es el único camino.
En sexto lugar,
los mensajes han de ser motivadores, nos han de animar a seguir con la tarea.
Por tanto, a la vez que nos guía hacia nuestro objetivo nos ha de alentar. Así,
cuando lo estamos haciendo bien es conveniente que nos felicitemos (ej: vamos, lo estás logrando, sigue así), y
cuando lo estamos haciendo mal es bueno que mediante el pensamiento quitemos
hierro a la situación (i.e., desdramatizar
el error) y enseguida nos centre al siguiente paso (ej: no pasa nada, has fallado, vale, pero vamos
a seguir, ahora voy a….).
En definitiva,
el pensamiento ha de guiar al deportista hacia lo que quiere hacer, diciéndole
cómo hacerlo y animándole a conseguirlo.
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