Recientemente escuchábamos en los medios de comunicación que la cantante Pastora Soler se retiraba temporalmente de los escenarios por miedo escénico y días más tardes era Joaquín Sabina quien, por un ataque de pánico, tenía que abandonar antes uno de sus conciertos. Ambos casos hacen referencia a un trastorno de ansiedad.
Pero ¿esto también puede ocurrir en el deporte?. La
respuesta es sí y más de lo que nos pensamos. Y si no, pensemos en los
problemas que ha tenido Messi este año o Iria Grandal, tiradora de arco.
Pero ¿qué es un ataque de pánico o crisis de
ansiedad?
De acuerdo con el DSM IV, un ataque de pánico
consiste en una aparición temporal y aislada de miedo o malestar intensos,
acompañada de cuatro (o más) de los siguientes síntomas, que se inician
bruscamente y alcanzan su máxima expresión en los primeros 10 minutos: a)
palpitaciones o elevación de la frecuencia cardiaca, b) sudoración, c)
temblores, d) sensación de ahogo, e) de atragantase, f) presión torácica, g)
náuseas, h) inestabilidad, i) mareo o desmayo, j) desrealización (sensación de
irrealidad) o despersonalización (estar separado de uno mismo), k) miedo a
perder el control, l) a morir, m) sensación de entumecimiento u hormigueo y n)
escalofríos o sofocaciones.
Pero ¿por qué ocurre un ataque de pánico?
Cuando nuestro cerebro percibe
un peligro, automáticamente se activa una respuesta de alarma que prepara al
organismo para huir de la amenaza o para luchar contra ella. Por tanto, su
finalidad consiste en adaptar el organismo al entorno, garantizando su supervivencia.
Si bien en el pasado esta respuesta se daba ante amenazas reales que ponían en
juego la vida del organismo (ej: animales feroces); en la actualidad, suele
darse ante “amenazas no reales”, es decir, ante situaciones que no ponen en
juego la supervivencia de la persona.
Pero ¿ante qué situaciones pueden sufrir los
deportistas un ataque de pánico o una crisis de ansiedad?
Algunas de las situaciones que suelen ser percibidas como
“amenazantes” son aquellas en las que el deportista:
- Sobreestima la opinión de los demás: es
decir, da mucha importancia a lo que piensen de él la afición, el entrenador,
los padres… Quiere cumplir con las
expectativas de éstos y por tanto, actúa para no defraudarles y así, sentirse
querido. Esto hace que tenga un elevado nivel de presión y por tanto, se active
la respuesta de alarma, que puede desembocar en un ataque de pánico.
- Valora de forma no realista lo que se espera
de él: en estos casos, el deportista cree que su entrenador, sus padres o
la afición esperan más de lo que realmente consigue, por lo que nunca está
conforme con su rendimiento, generando una sensación de malestar y pudiendo
llegar a desencadenar un ataque de pánico.
- Subestima sus propias capacidades: en
otras palabras, no confía en sus posibilidades, percibiendo que las
circunstancias le van a superar. En definitiva, cree que no va a poder
responder adecuadamente a las demandas del entorno, y por tanto, lo percibe
como una amenaza.
Ante estas situaciones, el sistema nervioso autónomo
del deportista puede dispararse, aumentando su frecuencia cardíaca y ritmo
respiratorio, tensando sus músculos y dirigiendo sus recursos atencionales a
las sensaciones que está sintiendo. Al intentar analizar por qué le está
ocurriendo esto, vienen a su mente pensamientos e imágenes catastróficas (ej: “me
está dando un ataque al corazón”, “me voy a morir”…) que le sirven para
confirmar que sus síntomas iniciales eran indicadores de un peligro serio, lo
que aumenta la intensidad de su respuesta fisiológica, dando lugar al ataque de
pánico. En este momento, el deportista pierde el control de sí mismo, lo que
genera una mayor sensación de malestar.
Normalmente, además, esta crisis suele convertirse en un detonador
de nuevas crisis. Así, ante situaciones similares a la vivida durante la misma (ej: marcador similar, misma instalación, mismo rival, etc.), el deportista empieza
a anticipar que le va a ocurrir lo mismo, por lo que inicia la respuesta de
alarma. Si ésta no es cortada puede desencadenarse un nuevo ataque de pánico.
Pero ¿cómo cortar un ataque de pánico o evitar que
vuelva a ocurrir?
Algunas de las técnicas que suelen utilizarse para ello son:
- Relajación: ya sea del cuerpo a la mente (ej: relajación muscular, respiración abdominal) o de la mente al cuerpo (ej: yoga).
- Cambio de pensamientos negativos a positivos: Para desactivar los pensamientos negativos anticipatorios, es necesario identificarlos y después cambiarlos por otros alternativos, más positivos. Ej: en vez de “me va a pasar otra vez lo mismo” pensar “puedo controlar mis sensaciones”.
- Autoinstrucciones: cuando el deportista empiece a notar las sensaciones, mediante instrucciones podrá ir diciéndose lo que puede hacer para relajarse.
A medida que el deportista entrene éstas y otras técnicas
psicológicas percibirá un mayor control de la situación lo que le ayudará a
afrontarla adecuadamente. No obstante, cuando tenga estos recursos, lo más importante es que se ponga en la
situación y no la evite. De esta forma, al experimentarla sin sufrir ningún
ataque, romperá la asociación situación-ansiedad y, por tanto, desaparecerá la
ansiedad.
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