Una de las características del deportista menos
comentadas pero igual de importante que el resto es la responsabilidad, en el
sentido de que el deportista ha de hacerse responsable de su actitud y
comportamiento y, por tanto, de su rendimiento. Esto, que parece obvio, no lo
es tanto, si no, pensad en todas aquellas ocasiones en las que habéis escuchado
a algún aficionado hablar de su equipo en términos de “han perdido y hemos
ganado” o a algún deportista que cuando las cosas salen bien, se pone flores y
cuando salen mal, es por fallo de otros.
En ambos casos, están haciendo una mala atribución de
los éxitos y de los fracasos. Y es que ante determinadas situaciones,
especialmente aquellas que son ambiguas, las personas tendemos a buscar las
causas que explican los acontecimientos que presenciamos. Al resultado de la
misma se le denomina juicio causal o atribución.
Según la Teoría de la Atribución desarrollada por
Heider (1958), las personas atribuimos las conductas propias o las de los demás
a dos tipos de causas en función del lugar
de control: a) causas internas: dependen del propio sujeto (rasgos de
personalidad, inteligencia, motivación, etc.) o b) causas externas: dependen de
algún factor o agente externo (suerte, acciones de terceras personas, etc.).
De acuerdo con esto, en los ejemplos anteriores, el
aficionado y el deportista señalan que los éxitos se deben a causas internas,
es decir, se hacen responsables de las mismas. En cambio, cuando las cosas
salen mal, señalan que se deben a causas externas, es decir, dependen de otros
y por tanto, no están bajo su control. A este fenómeno se le denomina sesgo hedónico o de autocomplacencia y
si bien en principio, puede servirnos como mecanismo de defensa, protegiendo la
autoestima (¿a quién no le cuesta reconocer sus errores o fracasos e intenta
justificarse como sea?); con el tiempo se vuelve en contra de uno, y es que, si
los errores no están bajo nuestro control, ¿cómo poder corregirlos?.
Otro sesgo atribucional que suele afectar al
rendimiento de los deportistas consiste en considerar que los errores son
debidos a características personales (ej: soy malo) y los aciertos a factores
situacionales (ej: suerte). En este caso, se añade una nueva dimensión, la estabilidad-inestabilidad,
que hace referencia al grado en que una persona cree que la causa de una
determinada conducta es estable en el tiempo o, por el contrario, es temporal. El
deportista que tiene este sesgo atribucional considera que sus errores son
debidos a causas internas y estables, y por tanto, son difíciles de modificar.
En cambio, cree que sus aciertos son debidos a causas externas y temporales, por
tanto, difíciles de controlar. Este tipo de sesgo afecta negativamente a la autoestima
del deportista ya que al considerar éste que sus errores son debidos a características
personales negativas (ej: soy malo, un perdedor, no sirvo para esto….), deja
entrever una mala valoración de sí mismo.
Pero, ¿por qué es importante tener en cuenta las
atribuciones que realiza el deportista de sus actuaciones para su rendimiento?
Porque como hemos visto afecta a su autoestima, es
decir, a la valoración que hace de sí mismo. Y porque también afecta a su
motivación y, por tanto, a su capacidad de esfuerzo y sacrificio. Cuando un
deportista atribuye las consecuencias de su rendimiento a factores externos
(decisiones arbitrales, compañeros de equipo, malas condiciones climatológicas,
suerte, etc.), y, por tanto, considera que éstas no dependen de él y no están
bajo su control, se esforzará en menor medida que otro deportista que considere
que si tiene control sobre las consecuencias de su actuación. En otras
palabras, su grado de motivación será menor porque “haga lo haga, da igual porque no depende de él”. A este fenómeno se
le denomina indefensión aprendida.
De acuerdo con algunos autores, el estado de indefensión se caracteriza por
tres tipos de déficits: cognitivos (el deportista cree que no existe relación
de contingencia entre su actuación y el resultado), motivacionales (el
deportista no realiza conductas activas destinadas a mejorar sus resultados) y
emocionales (el deportista se encuentra en un estado afectivo negativo).
Con la finalidad de evitar la indefensión aprendida
en nuestros deportistas es importante que desde pequeños, se les enseñe a
responsabilizarse de sus actuaciones, tanto de las positivas como de las
negativas, relacionando sus actuaciones con las consecuencias de las mismas,
permitiendo que el joven deportista atribuya sus errores y sus aciertos a
causas controlables por él. Y, en
consecuencia, se evite manifestar que las derrotas han sido debidas a, por
ejemplo, la actuación arbitral, a las condiciones climatológicas, a la mala
condición de las instalaciones, etc. Todas ellas aspectos externos al
deportista y, por tanto, no controlables por él.
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