A
raíz de los mordiscos de Luis Suárez, el último en el partido contra Italia del
Mundial de Brasil, muchos son los que preguntan a los psicólogos por los motivos
que le llevan a comportarse de esa manera y todos coincidimos en que el motivo
fundamental es la impulsividad o la falta de control de impulsos.
Pero ¿qué es la impulsividad?
Desde
una perspectiva cognitiva, la impulsividad se caracteriza por la ausencia del
control reflexivo y la ausencia de previsión de las consecuencias que acarrea.
Es decir, se emiten respuestas sin el suficiente procesamiento de la
información percibida (Vallés, 2006), lo que favorece la comisión de errores en
algunas situaciones.
Desde
una perspectiva emocional, la impulsividad se caracteriza por una escasa
tolerancia a la frustración, incapacidad para demorar reforzadores, escasa
resistencia a la tentación y escaso control de los impulsos que le incitan a
responder con rapidez. En otras palabras, la persona está ansiosa por responder
con rapidez (Vallés, 2006).
Entonces, ¿es positivo ser impulsivo en deporte?
La
respuesta es NO. Si bien el rendimiento de un deportista depende, en muchas
ocasiones, de su velocidad para responder con rapidez a los estímulos, es decir, que haya una
pequeña demora entre la percepción del estímulo y la emisión de la respuesta, éstas
tienen que ser efectivas y para ello tiene que haber un procesamiento previo.
La cuestión es que cuando vemos al deportista responder en milisegundos no recordamos
que para conseguir eso ha tenido que entrenar duramente esa misma situación o
situaciones similares, hasta tal punto, que lo ha automatizado. Por ejemplo, un jugador de baloncesto que recibe el balón
cerca de canasta y tiene que tirar rápido para que no le tapone el defensor. En
este tipo de situaciones, el tiempo disponible para tomar decisiones suele ser
reducido, y éstas suelen afectar al rendimiento, por lo que es importante que
el deportista decida casi automáticamente que hacer. Para ello, tiene que
identificar los estímulos o condiciones que han de darse para que sea más
conveniente una u otra opción, y una vez identificados ensayar esas situaciones
para que queden almacenadas en la memoria y puedan recuperarse fácilmente en el
momento de la decisión. Buceta (1998) habla de decisiones sobre ejecución inmediata y señala que éstas dependen, por
un lado, del estilo de funcionamiento del jugador, es decir, su forma personal
de actuar y por otro lado, de las situaciones y estímulos antecedentes que se
presentan en cada momento del partido (e.g., posición de los compañeros, oponentes, etc.).
Estas
decisiones no tienen que ver con la impulsividad ya que ésta se caracteriza por
la falta de procesamiento o reflexión. Es decir, la persona responde
inmediatamente ante determinados estímulos pero lo hace de forma inadecuada. Ej:
jugador que pierde el balón y comete
falta por intentar conseguirlo de nuevo.
En
estos casos, es una respuesta no procesada ni entrenada, por tanto, suele ser
ineficaz y en algunos casos, inaceptable (ej: como el mordisco de Luis Suárez), por lo que es necesario
eliminarlas.
¿Existen situaciones que pueden favorecer
la impulsividad?
Efectivamente hay situaciones que pueden favorecer la impulsividad como por ejemplo, las que suponen un aumento en el nivel de activación (ej: la competición). En ella, las pulsaciones de los deportistas aumenta (fisiológica, cognitiva y/o emocionalmente), lo que favorece la pérdida de control de su conducta. Así, cuando un deportista está muy nervioso tiende a precipitarse, es decir, a actuar sin pensar cometiendo más errores, lo que conlleva un mayor nerviosismo. Igualmente cuando un deportista se enfada o se frustra aumenta su impulsividad, disminuyendo la valoración de las consecuencias de los actos y por tanto, perdiendo el control.
Efectivamente hay situaciones que pueden favorecer la impulsividad como por ejemplo, las que suponen un aumento en el nivel de activación (ej: la competición). En ella, las pulsaciones de los deportistas aumenta (fisiológica, cognitiva y/o emocionalmente), lo que favorece la pérdida de control de su conducta. Así, cuando un deportista está muy nervioso tiende a precipitarse, es decir, a actuar sin pensar cometiendo más errores, lo que conlleva un mayor nerviosismo. Igualmente cuando un deportista se enfada o se frustra aumenta su impulsividad, disminuyendo la valoración de las consecuencias de los actos y por tanto, perdiendo el control.
En
estas situaciones, los deportistas impulsivos tienen más probabilidad de realizar
conductas inapropiadas, pero eso no significa que no puedan evitarlo, ya que la
inhibición de éstas puede aprenderse. Para ello, en primer lugar, es necesario
que el deportista esté de acuerdo en querer modificar esa conducta y por otro lado,
llevar a cabo entrenamientos en tareas relacionadas con el control inhibitorio,
donde ante determinados estímulos, el deportista no de la respuesta que suele
dar de forma espontánea. Dichas tareas se utilizan con personas con TDAH (Trastorno
por déficit de atención e hiperactividad) y con otros trastornos del
comportamiento con muy buenos resultados.
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