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Foto sacada de https://twitter.com/baloncestofeb |
Han pasado ya algunas horas desde la victoria de
España frente a Francia en la semifinal del Eurobasket 2015, y todavía me
embarga un estado de alegría y satisfacción enorme. Partidos como los de ayer
hacen que todo un país se vuelque con este deporte de la canasta, que
personalmente me resulta tan apasionante. En los medios de comunicación y entre
los aficionados españoles se resaltaba el sentimiento de revancha por derrotas
pasadas, algunas bastante hirientes (recordemos la eliminación de nuestra
selección en el Mundial disputado el año pasado en casa). Y, que mejor escenario
para poder resarcirse de esa herida que eliminarles a domicilio.
Pero, ¿realmente estas cuestiones pueden influir en
el rendimiento de los deportistas?
En mi opinión sí. Cada campeonato, cada partido,
incluso cada jugada se ven influidos por la historia pasada. Así, cuando
afrontamos una situación que es similar a otra del pasado, tendemos a revivir
las sensaciones y emociones sentidas en ese momento. De tal manera que si
jugamos contra un equipo que en el pasado le hemos ganado con facilidad, reexperimentamos
las emociones positivas vividas, favoreciendo que vengan a nuestra mente pensamientos
positivos y en consecuencia, nuestro grado de confianza aumente. De la misma
forma, podríamos pensar que al jugar contra un equipo que en el pasado nos ha
ganado, las emociones negativas revividas favorecerían la aparición de
pensamientos negativos, pero esto no siempre es así. Y es que, para saber cómo
afectan las emociones a los pensamientos es necesario saber cómo se generan.
¿Por qué sentimos las emociones que sentimos?
Según las Teorías del Appraisal, las emociones surgen
de la evaluación que realizamos del entorno en el que nos encontramos, y en
función de la misma, tendemos a actuar de una manera u otra. Las
investigaciones realizadas al respecto tratan de identificar los factores o
criterios que se tienen en cuenta para realizar esa evaluación que da origen a las
diferentes emociones. Smith y Ellsworth (1985) identificaron las 6 dimensiones
cognitivas que, según Lerner y Keltner (2000) mejor definen los patrones de valoración
subyacentes a las diferentes emociones: a) Agradabilidad:
se refiere a la valencia positiva o negativa de la emoción que genera la
situación; b) Certeza: grado de
seguridad de que se produzca la situación; c) Control sobre la situación:
grado en que las personas sienten que la situación está bajo su control, el de
otros o el de las circunstancias; d) Atención:
grado en el que las personas están motivadas a centrar su atención en la
situación; e) Esfuerzo anticipado: en
qué medida las personas consideran que tienen que esforzarse en esa situación y
f) Responsabilidad de uno/otros:
grado en el que consideran que la situación es debida a otros o a ellos mismos.
Cada emoción puede ser definida por las dimensiones
centrales que caracterizan su significado central (Smith y Ellsworth, 1985). Por
ejemplo, las dimensiones certeza, control de la situación y responsabilidad son
centrales para distinguir el enfado de otras emociones negativas. De tal manera
que se siente enfado cuando la persona considera que la situación
negativa está bajo su control, es responsabilidad de otros y tiene certeza
sobre lo que pasa. Sentiría culpa si la persona considera que él/ella es
el responsable de esa situación negativa. Y sentiría miedo si
considerara que la situación negativa no está bajo su control y no tiene
certeza de lo que ocurre.
Teniendo en cuenta esto, ¿qué creéis que sintieron el
año pasado los jugadores de la selección española después de perder en casa
contra Francia? ¿Rememorar esas emociones pudo beneficiarles en el partido de
ayer?
Según Lerner y Keltner (Teoría de la Tendencia de valoración,
2000; 2001) las valoraciones asociadas a cada emoción activan una
predisposición cognitiva llamada “tendencia de valoración”, que lleva a los
individuos a evaluar un evento posterior de manera consistente con las
apreciaciones fundamentales que caracterizan la emoción. De tal manera que al
revivir ciertas emociones, la evaluación de eventos futuros se ven influidas
por las valoraciones asociadas a esas emociones revividas. Pongamos el partido
de ayer como ejemplo para clarificarlo. Imaginemos que los jugadores del equipo
español sintieran el año pasado enfado y culpa por la derrota ante Francia y
que, al volver a enfrentarse a ellos este año, re-experimentaran esas emociones.
De acuerdo con esta teoría, las valoraciones asociadas a esas emociones (alto
control y certeza de la situación) influirían en la forma de afrontar el nuevo
enfrentamiento, de tal manera que los jugadores sentirían más confianza en sus
posibilidades que si hubieran re-experimentado miedo (ej: porque consideraran
que las derrotas anteriores fueron debidas a cosas incontrolables como
arbitrajes o superioridad del rival, etc.). De acuerdo con esto, las emociones negativas no siempre perjudican
el rendimiento, por lo que es conveniente ser más precisos a la hora de
identificar las emociones de nuestros deportistas para conocer su efecto sobre
el rendimiento futuro. En ese sentido, hay que señalar que no hemos tenido en
cuenta el componente motivacional de las mismas que también es muy relevante,
así, por ejemplo, la culpa nos impulsa a reparar el daño que hayamos podido
causar; pero esto será motivo de otro post.