EAR psicólogos

30 de enero de 2015

La retirada de los deportistas profesionales ¿y ahora qué?


Después de varios años obteniendo éxitos, recibiendo halagos y reconocimientos, firmando autógrafos, haciendo entrevistas, etc. llega un día en que el deportista se levanta y todo eso ha desaparecido. Se retira de su modalidad deportiva y ya no hay aplausos, no hay llamadas para pedir entrevistas, la gente ya no le para por la calle para hacerse una foto o pedirle un autógrafo… el deportista pasa de ser el centro de todas las miradas a ser casi invisible.

Y es que la retirada deportiva no sólo es dejar de practicar el deporte a alto nivel, conlleva una serie de cambios que, si no son asimilados, pueden tener consecuencias muy negativas para el deportista (e.g., a nivel social, emocional, personal, familiar, económico,…). Pongámonos en situación: En la mayoría de deportes, la retirada se produce a lo largo de la treintena (33- 36 años aproximadamente). En esta etapa, una “persona normal” está comenzando a estabilizar su vida laboral, económica y familiar; en cambio, el deportista se “está jubilando”, tiene que volver a empezar de cero. Además, pasa de no tener tiempo para casi nada, ya que, la mayor parte de su vida, se ha centrado en su deporte y en lo que éste conllevaba (i.e., entrenamientos, competiciones, viajes, concentraciones, etc.) a tener todo el tiempo del mundo… Su rutina de vida cambia, pero también para la pareja y el resto de la familia.

En definitiva, la retirada es un proceso transitorio en el que el deportista ha de adaptarse a todos los cambios que se producen en su vida. Y esto, posiblemente, sea uno de los mayores problemas a los que se tiene que enfrentar cualquier deportista. Sobre todo, porque es algo inevitable. Seas quien seas, ese momento llega y hay que estar preparado para ello.

No obstante, no todas las retiradas deportivas son iguales. Hay algunas que son más traumáticas que otras, ¿de qué depende? Fundamentalmente, del motivo que lo precipita. Varios autores han señalado que la retirada puede ser:
  • Voluntaria o involuntaria (Alfermann, 2000; Webb, Nasco, Riley y Headrick, 1998). Así no es lo mismo que el deportista considere que ha llegado su hora (e.g., bien porque ya no disfruta igual, porque no llega al nivel esperado, etc.) a que tenga una lesión que le impida continuar.
  • Planificada o no planificada (Alfermann, Stambulova y Zemaite, 2004). De forma similar, no es lo mismo que sea el deportista quien decida cuando retirarse (e.g., “cuando cumpla el contrato en este club, me retiro”; “después de este campeonato, lo dejo”, etc.) a que sean otros (e.g., decisión del entrenador, del club, de la familia, etc.).
  • Deportiva o no deportiva (Cecic, Erpic, Wylleman y Zupancic, 2004). Es decir, si existen motivos extradeportivos que puedan motivar la retirada (e.g., enfermedad, decisión familiar, etc.) o son meramente deportivos (e.g., no estar al nivel deseado, falta de motivación, etc.).

De acuerdo con esta clasificación, cuanto mayor control tenga el deportista sobre su retirada (i.e., que sea voluntaria y planificada), mejor será su adaptación. En cambio, cuanto menor control tenga (i.e., involuntaria y no planificada) más difícil será la adaptación.

Pero ¿cómo es ese proceso de transición?

Muchos consideran que la retirada supone un trauma para el deportista, por lo que tienen que pasar por una fase de duelo. De esta forma, se equipara el proceso de la retirada con el del duelo.
  • Fase 1. Reconocer que la retirada está cerca: En este momento, los deportistas comienzan a ser conscientes de la retirada inminente. Su reacción puede ser de impacto o entumecimiento.
  • Fase 2. La negación: Ante el ineludible retiro, los deportistas empiezan a negar lo que está sucediendo. Todavía no ha llegado el momento, por lo que se centran en entrenar más fuerte, mostrando que pueden dar más.
  • Fase 3. Aceptar o mantener la negación: Cuando algunos deportistas se dan cuenta de que están chocándose con la realidad, empiezan a asimilar su retirada, aceptando que es algo que tiene que llegar. Otros, en cambio, se mantienen e insisten en negarlo.
  • Fase 4. Agresividad: Cuando la negación ya no se puede mantener como mecanismo de defensa, da paso frecuentemente a la agresividad. Algunos dirigen su rabia hacia las personas de su entorno y otros, hacia sí mismos. Esta agresividad se pone de manifiesto con la realización de algunos comportamientos autodestructivos como el alcoholismo o el abuso de otras drogas.

Entonces ¿qué estrategias se pueden llevar a cabo para afrontar adecuadamente la retirada?

En primer lugar, hablando abiertamente de ella, es una fase más por la que tendrán que pasar todos y todas, por tanto, es necesario tenerlo en cuenta durante toda la carrera deportiva. En ese sentido, es importante que los deportistas cuiden su nivel formativo, que adquieran competencias que puedan permitirles entrar en el mercado laboral después de su retirada. Igualmente es necesario que sean conscientes de la importancia de gestionar adecuadamente su patrimonio. Los deportistas están al máximo nivel entre 10- 15 años aproximadamente, pero su vida dura mucho más (i.e., la esperanza de vida está alrededor de los 80 años), por lo que cuanto mejor gestionen su dinero durante su etapa como deportista profesional, mejor podrán vivir después. Por último, también es positivo hacer contactos durante la carrera deportiva y mantenerlos después ya que, como se está poniendo de manifiesto cada vez más, los contactos pueden ser un primer paso para entrar en el mundo laboral (Gabler, 1997).

3 comentarios:

  1. Interesante. Pero me gustaría saber quien es el autor que redacta: "La retirada de los deportistas profesionales ¿y ahora qué?". Para poder mencionarlo en un trabajo.

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  2. Me podrían decir quien fue el autor que escribió este articulo, por favor.

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  3. Buenos días: el autor de todas las entradas es el dpto. de Psicología deportiva de EAR psicólogos

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